Afirma Susana Díaz: "Hemos hecho un gran cambio para una etapa distinta". Y bueno, sí, el cambio no ha sido pequeño, con cinco consejeros apartados. Pero ya Maquiavelo apuntaba que no hay nada como cambiarlo todo para que todo siga igual. De entrada, una vez cerrada la puerta a la Secretaría General del PSOE, Susana Díaz necesitaba, aunque solo fuera por justificar su puesto, un manotazo en la mesa, hombre ya está bien, que recordara al respetable quién sigue mandando en el Gobierno andaluz (otra cosa es que, en realidad, nadie la haya echado de menos mientras ha estado lidiando la batalla nacional, entre otras cosas porque no es lo mismo mandar que hacer política; y de ésta sigue habiendo poca); de hecho, la estructura del Ejecutivo se mantiene intacta, con lo que el poder, digámoslo en bruto, se mantiene en las mismas manos. Eso sí, los titulares despedidos se corresponden con aquellas Consejerías que se han enfrentado en los últimos meses a movilizaciones sociales no precisamente de andar por casa. Se dice comúnmente que cada crisis de Gobierno se pone en marcha para apartar a los consejeros quemados, pero aquí las llamas han prendido en materiales bien sensibles. ¿Hay, acaso, áreas más delicadas que la sanidad y la educación, donde la Junta de Andalucía ha orquestado la fusión hospitalaria y la defenestración de los interinos sin reparar demasiado en la consideración de servicios públicos en ambos casos y pensando que con el maquillaje de siempre iba a ser bastante? Precisamente, donde había que hacer política ha habido improvisación, marchas atrás, dondedijedigodigoDiegos y otras reacciones impropias de un Gobierno andaluz (con Ciudadanos mirando desde el tendido, por cierto). Pero el poder, ya saben, no corre peligro.

Nombrar consejera de Salud a Marina Álvarez, ex gerente del Hospital Reina Sofía de Córdoba, puede parecer un golpe de efecto del calibre que significó poner a Adelaida de la Calle al frente de Educación (haría bien en explicar Susana Díaz, por cierto, si confió en la ex rectora por algo más que por su capacidad de aguante). Pero mientras la presidenta se dedique a cambiar políticos sin cambiar las políticas, todo esto seguirá siendo un paripé. A lo mejor el gran cambio capaz de abrir la etapa distinta que necesita Andalucía pasa por la renuncia de la misma Susana Díaz, que también se ha quemado lo suyo. Si después de obtener los peores resultados electorales para el PSOE en Andalucía (en esto sí que se parece a Pedro Sánchez, que hizo lo propio en toda España) lo que ofrece es promoción personal y cambio de cromos, casi haría bien en nombrar consejero a Moreno Bonilla. Alguna cartera se me ocurre.

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