Que pase el siguiente

Sigue habiendo personas que aceptan a pies juntillas los mensajes políticos, sin filtrar desde la conciencia

La ola de cambios ministeriales ha sorprendido a propios y extraños, especialmente por la cantidad de socialistas prácticamente desconocidos que se han incorporado. Uno nunca sabe si esto puede ser bueno o malo, lo que sí está claro es que debe ser diferente. Algunas de las valoraciones realizadas por el presidente, acerca del currículum de los recién incorporados, han sido cuanto menos curiosas. Basta ver como la gran experiencia en I+D+i de la sustituta de Pedro Duque, astronauta y miembro de la Agencia Espacial Europea, se ciñe a 6 meses de proyecto fin de carrera, 3 años en el departamento de desarrollo de una cooperativa y la impartición de un curso de domótica, lo cual nos hace pensar que el listón ministerial está cada día más cerca.

Pero sin duda el gran espectáculo gubernamental de esta semana lo ha dado uno de los que no se va. Nuestro convecino Alberto Garzón, dentro de su dinámica permanente de impulsar los productos españoles y vender al mundo nuestros grandes éxitos, no tuvo mejor idea que enfrentarse a todo el sector cárnico diciéndole a los ciudadanos lo que no deben comer. En estos tiempos de crisis económica, la más simple orientación de cómo uno debe alimentarse, cuando se están haciendo equilibrios para pagar el subidón eléctrico y el incremento de impuestos, es absolutamente demagógico. Es lógico que para alguien cuyos correligionarios aparecieron engullendo cantidades ingentes de marisco en plena época de corrupción política, la carne le parezca prescindible, pero para muchos ciudadanos es el alimento con el que deben subsistir y no necesitan de estos mensajes tan imprudentes.

Esta dinámica de decirnos qué debemos comprar, de qué debemos hablar o cómo debemos hacer el amor son típicas muestras de los totalitarismos más ancestrales. En paralelo suelen indicarte lo que no debes escuchar, a quién no debes leer, y acaban señalando qué personas deben ser expulsadas de la sociedad. Es evidente que para los que creemos en la libertad, escuchar este tipo de comunicados es doloroso, pero curiosamente sigue habiendo personas que aceptan a pies juntillas los mensajes políticos, sin filtrar desde la propia conciencia, y entonces se convierten en fanáticos. De ahí la importancia del pensamiento crítico y de la formación de nuestros ciudadanos, porque como decía Confucio: "La ignorancia es la noche de la mente: pero una noche sin luna y sin estrellas"

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