HAN pasado 40 jornadas y hoy el fútbol debe ser justo con el Málaga. Son nueve meses encaramado al podio de Segunda y no hay mejor aval porque algo así no ocurre por un golpe de fortuna. Sin embargo, el Málaga ha tenido la valentía de tocar el cielo con un comienzo de Liga arrasador y ahora es esclavo de la hazaña que logró en la primera vuelta. Puede ser la estrategia de un mal corredor de fondo. Quizás ahora llega con la gasolina algo justa y le han tomado la matrícula muchos rivales. Pero este Málaga no ha decepcionado a nadie en los momentos difíciles. En el último asalto siempre se revuelve. Y, en esta ocasión, no estamos nosotros contra las cuerdas.

El Málaga depende de sí mismo. Son las seis palabras que más confianza le dan a este equipo y por eso toda la concentración debe ir dirigida al partido, únicamente y exclusivamente. Otros serán los que estén pendientes de la radio esta tarde. Pero tampoco entiendo que se lancen cortinas de humo para desviar la atención. Suena a pataleta cínica lo de las primas a terceros. No existe mayor motivación ni mejor premio que subir a Primera. Sería una excusa muy fácil. Y el Málaga no la necesita: depende de sí mismo.

El Málaga hablará en el campo, en el reducido Escribano Castilla, y lo deberá hacer de forma contundente. Tuve la suerte de dirigir al Motril allí en 2001 y sólo encajamos una derrota en ese campo. Fue un ataúd para los rivales porque la estrategia multiplica su valor y la concentración a balón parado es fundamental. Esas jugadas te otorgan el 70% de las victorias, ya que sus dimensiones así lo exigen: a menor distancia, mayor es la precisión. Estoy seguro de que el Málaga tiene trabajadas las ventajas y desventajas de jugar en un campo pequeño. Posee argumentos y su gran final es hoy: el último paso para salir del abismo. No me preocupa la última jornada. Si el Málaga da la cara en Motril, la afición no dejará que camine solo. El Tenerife no sobrevivirá al miedo escénico en La Rosaleda.