DESPUÉS de tres décadas de autonomía en Andalucía, una de las grandes asignaturas pendientes sigue siendo la erradicación de los llamados localismos. Quizá el máximo exponente de ese sentimiento de desconfianza mutua que aflora por toda la región son los roces continuos que surgen entre Málaga y Sevilla, las dos provincias más potentes, con economías complementarias y llamadas a desempeñar un papel estelar en el desarrollo de la comunidad. En su lugar, sólo pueden exhibir una relación plagada de hostilidades y de recíproca incomprensión. La confección en su momento de un Estado autonómico excesivamente centralizado se ha utilizado para convertir en sinónimos los términos Junta y Sevilla. Pero en la actualidad los rechazos ya son bidireccionales. Si el empuje del que se benefició la capital hispalense con motivo de la Expo del 92 sirvió de palanca para los recelos desde la periferia, la lluvia de millones para dotar a la Costa del Sol de modernas infraestructuras ha provocado reacciones similares desde la urbe sevillana. Hasta ahora algunos dirigentes políticos no han dudado en cultivar ese sentimiento del agravio como arma que le reportaba un fácil rédito en las urnas, independientemente de colores políticos, como se vio en el último mandato municipal con los continuos desencuentros entre los dos alcaldes populares de la capital malagueña y andaluza. Será necesario mucho esfuerzo para revertir una situación que ha calado en la población, más allá de rivalidades deportivas. Los intentos en esa dirección han resultado baldíos. En 2006, incluso los presidentes de las diputaciones de Sevilla y Málaga firmaron un convenio de colaboración para desarrollar acciones conjuntas con las que "superar los agravios". Un pacto que finalmente tuvo muy escaso recorrido. El mejor servicio prestado a la causa llegó de la mano de las dos universidades en 2010, con el proyecto Andalucía Tech, un campus tecnológico conjunto con titulaciones compartidas y con el objetivo de fomentar la excelencia. El proyecto implicó a investigadores y empresas punteras de las dos provincias, pero desgraciadamente ha quedado muy mermado por los recortes de financiación para los programas previstos, como consecuencia de la crisis. Ahora, una plataforma cívica impulsa un nuevo intento por configurar ese gran eje andaluz Sevilla-Málaga, abierto a otras capitales. De momento, ha conseguido que los alcaldes de las dos ciudades mantengan por primera vez en quince años un encuentro institucional. El resultado, un equipo de trabajo que se ha marcado como primer objetivo la captación de fondos europeos. Un primer paso que hay que alentar aunque el objetivo se antoje complicado.

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