La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La polémica de la cruz

Cuando los políticos manipulan los símbolos religiosos como mera cultura los degradan y falsean

El pasado abril, el Gobierno de Baviera dispuso que en la entrada de los edificios administrativos estatales se coloque una cruz. Según el primer ministro Markus Söder, de la Unión Social Cristiana de Baviera, partido hermano de la Unión Demócrata Cristiana, se trata de "expresar el carácter histórico y cultural de Baviera" y afirmar "un compromiso visible de los valores esenciales del orden legal y social en Baviera y Alemania". La medida se hará efectiva el próximo 1 de junio. Como pueden imaginar la polémica está servida. Desde otros partidos, sobre todo el Social Demócrata, ha sido duramente criticada como una imposición de símbolos religiosos en el espacio público y oportunismo electoralista.

Söder les replicó diciendo que "la cruz no es un símbolo religioso sino es el símbolo fundamental de la identidad cultural del carácter cristiano-occidental". Lejos de arreglar las cosas las agravó porque la polémica se ha desatado también dentro de la Iglesia. De un lado el arzobispo de Múnich y presidente de la Conferencia Episcopal alemana, el cardenal Reinhard Marx, ha criticado que con esta medida "la cruz puede ser malentendida como simplemente un símbolo cultural, y por lo tanto mal usada por el Estado". Y de otra el nuncio en Austria se ha despachado diciendo: "Como representante del Santo Padre estoy entristecido y avergonzado de que cuando en un país vecino se erigen cruces, sean sus obispos y sacerdotes quienes piensen que tienen que criticar la decisión".

Hay enseñanza para nosotros en esta polémica. Una cosa es la pretensión del laicismo radical de eliminar los símbolos religiosos de los espacios públicos, mutilando la historia y amordazando a los cristianos, que tienen tanto derecho como cualquier otro grupo a manifestarse y proponer sus valores, y otra que desde lo público se impongan sus símbolos. Cuando los gobernantes, como bien ha denunciado el presidente de la Conferencia Episcopal alemana, manipulan los símbolos cristianos reduciéndolos a mera cultura con fuerte componente político e identitario los degradan, falsean e instrumentalizan. Y esto último suele pasar en Andalucía donde la fuerza de nuestras tradiciones religiosas, cada vez más multitudinarias pero también más reducidas a manifestaciones culturales sin contenido religioso, excita a la vez la avidez electoralista de los políticos y la fascinación de los cofrades por el poder.

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