La política, en evidencia

Un máster regalado deja en ridículo el clientelismo político y la endogamia partidaria

Un máster a todas luces regalado ha puesto una vez más en evidencia el clientelismo político y la endogamia partidaria, envueltas en un mismo paquete. Los diplomas de la Universidad Rey Juan Carlos se han devaluado y la rabia de sus estudiantes es razonable. El PP madrileño suma un episodio oscuro más a su lista de despropósitos: corrupción de su cúpula, millones en altillos, cuentas en Suiza, espías, delaciones, sospechas de compra de diputados para alterar el resultado electoral, acusaciones para filtrar triángulos amorosos, huidas arrollando motos de la policía. Y ahora, falsificación de títulos universitarios. Este cuadro supera la imaginación de un guionista de culebrones.

Los partidos no quedan bien. Pedro Sánchez acusa a Ciudadanos de ser lo mismo que el PP y desprecia al único socio de su fallido intento de investidura. Conmina a C's a votar la moción de censura como única prueba posible de dignidad. Obvia que su partido, en horas bajas, aspira a hacerse con el poder y no compartirlo con nadie en el año que queda hasta las elecciones regionales. Ciudadanos sale con la simpleza de que hay que hacer una comisión de investigación, como si el capitán Renault iniciase pesquisas para averiguar si en Rick's se jugaba. Y el PP sólo ve montaje y conspiración. Es cierto que hay precedentes o sospechas de casos similares. Pero a Cifuentes la han cogido con las manos en la masa: papeles falsos y títulos no documentados. Y su reacción ha sido de una soberbia infinita.

Ya dio pruebas de ese talante en la moción de censura que le puso Podemos en junio de 2017. No se dignó responder una sola vez, ni siquiera miró a los oradores, mientras despachaba firmas desde su estrado. Rajoy la dejó en evidencia una semana después, contestando personalmente la larguísima intervención de Irene Montero antes incluso de que Pablo Iglesias hiciese su discurso inicial. Una desautorización en toda regla, que precede a la que vendrá. Los abrazos de Sevilla y su "polémica estéril", entran en la misma categoría de Luis sé fuerte, Camps es el mejor y Matas un ejemplo. No es de extrañar que los españoles hayan perdido el gusto por la marca PP. (Y por la del PSOE, al menos fuera de Andalucía). El bipartidismo se ha quedado soso, insípido. Con el inconveniente de que los nuevos no alcanzan un punto equilibrado: Ciudadanos tiene exceso de azúcar y a Podemos le sobra sal.

La política sigue bajo sospecha. También la universidad. Aunque este asunto merece comentario aparte, mañana mismo.

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