La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La política como pollo sin cabeza

No se ha conocido un cambio a la vez tan tranquilo y rápido pese a producirse tras una moción de censura

Hace dos semanas el bipartidismo se daba por muerto y el multipartidismo por inevitable, el PSOE estaba cataléptico y dividido bajo el liderazgo de un tipo manifiestamente débil y el PP intentaba no hundirse lastrado por los escándalos de corrupción, las encuestas apuntaban a Albert Rivera como posible nuevo presidente si se convocaban elecciones y a Podemos pisándole los talones al PSOE. Hace una semana y dos días Rajoy, tras la aprobación de los presupuestos, se sentía tan seguro como para afrontar el posible agotamiento de su mandato. Hace una semana Rajoy era ex presidente y Sánchez presidente. En sólo cinco días el estratégico filtrado de los nuevos ministros y sobre todo ministras sacaba del escenario político a Iglesias y a Sánchez. Las pocas veces que ellos o los suyos aparecían en los medios parecían tan antiguos, apolillados y frágiles como una momia expuesta a la luz solar. Tras la configuración definitiva del Gabinete y la ordenada y cortés sucesión, los mismos que daban por extinguido el bipartidismo lo proclamaron resucitado, los mismos que -según su orientación ideológica- veían con gozo o pesadumbre un futuro multipartidista encabezado por Rivera e Iglesias proclamaban a Sánchez y a Feijoo como seguro y probable primeros actores de la política española, los mismos que consideraban (con fundamento) a Sánchez un político mediocre ahora lo celebran como un Maquiavelo o un Metternich. Y me refiero a los más expertos colegas de la corte que presumen de moverse por los laberintos de Ferraz y Génova como Perico por su casa.

Como pollo sin cabeza vamos todos -políticos, informadores, articulistas- corriendo sin saber exactamente hacia dónde. No se ha conocido un cambio a la vez tan importante, tan tranquilo y tan rápido pese a la circunstancia insólita de producirse tras una moción de censura. Todos se han (nos hemos) equivocado a causa de una aceleración hasta ahora desconocida en los tiempos de la política. Que incluye como requisito indispensable el olvido instantáneo. Es la política líquida que se corresponde a la modernidad líquida de Zygmunt Bauman, quien encabezó su ya clásico ensayo con esta cita de Valery: "La interrupción, la incoherencia, la sorpresa [los cambios súbitos y los estímulos permanentemente renovados] son las condiciones habituales de nuestra vida. Ya no toleramos nada que dure".

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