El pollo racional

Las macrogranjas han contribuido, decisivamente, a la igualdad y la salud de los españoles

El ministro de Agricultura, señor Planas, parece algo molesto con el ministro de Consumo, señor Garzón, por unas declaraciones en las que enjuiciaba adversamente la industria cárnica; y en concreto, el funcionamiento las macrogranjas. Quiere esto decir que el señor Garzón quizá se vea más como un activista a tiempo parcial que como ministro del ramo (la Policía no critica el delito, lo persigue). Pero esto quiere decir, en primer término, que nuestro ministro más eco acaso haya heredado aquella prevención naïf y algo clasista de los 60/70 contra las granjas industriales, que afligía por igual a probados gourmets y lánguidos ecologistas.

Recuerdo un artículo de Cunqueiro, titulado El pollo racional, donde hacía el parangón entre el pollo de granja, "príncipe loco" que corría libre por el herbazal, y los millones de animales, clausurados en inhóspitos galpones, cuyo sacrificio alimentaba las ávidas fauces de la sociedad de consumo. Naturalmente, Cunqueiro, como gourmand agropecuario y orondo, hijo puntilloso de Mondoñedo, estaba a favor de los primeros, mientras que lo segundo, la muerte industrial, quizá le remitiera a las monstruosas prácticas hacinatorias de la guerra pasada. Sin embargo, no parece que entre aquellas granjas y las actuales haya mucho parecido, ni tecnológico, ni sanitario, ni legislativo; y en cualquier caso, resulta claro que el paso de Alfredo Landa (Garci le dedicó un artículo extraordinario, hace ya algunos años, hablando de su mirada) a Pau Gasol; esto es, el tránsito del español bajito a los españolazos que hoy abultan las calles sin darse importancia, es fruto, entre otros motivos, de este mayor consumo de carne que, a partir de los 60, alcanzó, por fin, a las economías españolas más modestas.

Desde luego, si atendemos a lo que dice Martínez Montiño, cocinero mayor de los habsburgo, en su Arte de cocina (1611), comprenderemos por qué la nobleza y los reyes padecían de gota. Sólo en caza y volatería, la cocina barroca es ya abrumadora, deslumbrante, complejísima. Pero aquí tratamos de lo contrario, de aquel pollo "racional" que llegó a las mesas en los 60, y con el que soñaba, dorado, aromático, descomunal, el Carpanta de Escobar, hijo voluntarioso y exánime de la posguerra. Esto implica que las macrogranjas han contribuido, decisivamente, a la igualdad y la salud de los españoles. Según Montiño, eso sí, lo primero, en la cocina, es la limpieza. Y es ahí, precisamente, donde el señor Garzón debiera ganarse su ración de carne.

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