palabra en el tiempo

Alejandro V. García

El portavoz

MIGUEL Ángel Rodríguez, el periodista que encarnó durante el mandato de Aznar el papel de portavoz del Gobierno, ha sido condenado por injurias continuadas con publicidad por llamar con recochineo y plena consciencia "nazi" a Luis Montes, el antiguo director de urgencias del hospital Severo Ochoa de Leganés. Montes, como se sabe, tuvo que soportar ataques sin cuento de la Comunidad de Madrid y de los medios satélites de Esperanza Aguirre por la falsa acusación de matar a enfermos terminales. La sentencia que condena a Rodríguez es un apretado compendio de moral política del que se pueden sacar muchas enseñanzas concatenadas. La primera (pero no la principal) es la que dibuja el perfil de Rodríguez como un bocazas sin complejos que, con sus delirantes actuaciones en las tertulias televisivas, se ha convertido en un profesional del lodo. En su defensa Rodríguez dijo al juez que se propuso dar "un coscorrón" al médico por meterse en política; cinismo más espíritu justiciero.

La segunda lección es que el insulto de Rodríguez fue en realidad un epítome de la posición de los sectores conservadores respecto a la dignificación de la muerte de los enfermos terminales. El ataque a Montes fue un ataque a la sanidad pública y al derecho (misericordioso) de paliar los sufrimientos de los moribundos sin violentar, por supuesto, ninguna ley.

La tercera lección atañe a la abyección que propagan ciertas tertulias o, mejor dicho, ciertos tertulianos que han convertido su sinvergonzonería en el mérito capital para concurrir, bajo salario, a tales peleas de gatos. ¿Había algo peor que el Tomate? Sí, el Tomate político. Dice la sentencia: "Lejos de mostrar prudencia, su actitud [la de Rodríguez] fue conforme con lo que de él se esperaba en el espectáculo televisivo" hasta tal punto que su tarascada le hizo ganar "atractivo como contertulio" y suponemos que un incremento de la cotización.

Y la cuarta lección es sobre Radiotelevisión Española (no Canal Sur, que es otra cosa). Los insultos de Rodríguez contra Montes los disparó en el programa 59 segundos, un espacio modelo en cuanto a imparcialidad por más que algún invitado aproveche para infamar. Jamás con ningún gobierno anterior (del PP o del PSOE) ha habido más ecuanimidad en la televisión pública. Basta recordar los manejos de aquel lamentable Urdaci (que después descubrió su vena de cómico) para corroborar tal afirmación. Los patéticos esfuerzos de Dolores de Cospedal la otra mañana en los Desayunos de TVE por sostener lo contrario (la tendenciosidad de las cadenas públicas) pusieron al descubierto, por contraste, el peculiar sentido de la equidad que arrasará televisión si su partido logra el poder.

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