Una pregunta digna

¿Y si pensásemos que las instalaciones que construimos podrían atender a cualquiera de nosotros?

Anna Heringer, arquitecta alema galardonada con el premio Aga Khan, inauguró ayer el curso en la Escuela de Arquitectura de Málaga con una conferencia sobre su obra. La obra de Heringer se caracteriza por su preocupación por lograr una arquitectura sostenible. No sólo medioambiental, sino también socialmente. Preocupación que le ha llevado a realizar diversos proyectos en Bangladesh en los que demuestra que existen respuestas dignas a las necesidades más básicas.

Preocupados por la implicación de la Escuela en la sociedad malagueña, a la conferencia siguió una mesa redonda sobre el proyecto de un Centro de Acogida de Personas Migrantes en el Puerto de Málaga, en el que trabajan desde hace dos años distintos alumnos y profesores. Y una mesa redonda siempre es una oportunidad para sacar conclusiones. La primera, y quizás la clave de la (falta de) respuesta a todas las preguntas posteriores, es lo complicado que resulta que la administración aborde un problema que se está convirtiendo en portada recurrente de los medios de comunicación. Ni el Ayuntamiento ni la Subdelegación del Gobierno correspondió a la invitación. Como ignoro las causas, evito juzgarlas. Solo constato lo difícil que es que se afronte este debate en cualquier ciudad, frente a la facilidad con la que se asume la necesidad de dotarse de un centro de recepción de cruceristas. Aunque en esencia sean el mismo problema: un grupo de seres humanos que desembarcan periódicamente en un puerto y tienen que ser recibidos ordenadamente. Las características que debe poseer este centro son el objetivo del trabajo de alumnos y profesores. Las peticiones de las ONG se resumen en que sea un espacio digno. Las conclusiones de los universitarios intentan dar forma a esa dignidad cuando se cumplen treinta años de la primera muerte documentada en el estrecho.

En medio del debate, una pregunta fue lanzada al aire de la misma manera que decenas de pateras son lanzadas al mar todos los años. ¿Y si lo que nos planteásemos fuese construir centros de emergencia? ¿Y si por un momento pensásemos que las instalaciones que construimos podrían atender a cualquiera de nosotros, afectados por terremoto, un incendio o un tornado? Quizás entonces sabríamos qué son unas instalaciones dignas y no sería difícil dotarnos de ellas. Quizás sea tan fácil como que mañana una tromba de agua nos obligue a realojar a un centenar de nuestros vecinos.

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