LO peor que nos puede pasar después del partido del sábado es creernos que tenemos todo hecho. Se ganó un partido con un resultado abultado pero tenemos que ser conscientes de a quién le ganamos. Con todos mis respetos, el Zaragoza es un firme candidato al descenso, no porque no corran, sino porque le pasó todo lo malo que te puede pasar en un partido para no ganarlo. Pongo de ejemplo el segundo gol del Málaga.

Dicho esto y repasando el partido, creo más en las palabras que una vez dijo Pellegrini en sala de prensa: "Al equipo no hay que presionarlo". El Málaga de la primera parte fue un equipo sin recursos futbolísticos y esto a la altura de campeonato en la que estamos es preocupante. Aquí es donde le doy la razón a Pellegrini, porque cuando el Málaga se saca la presión que tiene encima es capaz de pintarle la cara a cualquier equipo y de generar todo el fútbol que llevan sus jugadores dentro.

¿Qué pasa cuando uno está presionado? En tales situaciones se llega a confundir la responsabilidad con la culpabilidad. Los estados agudos de estrés, al parecer, originan subidas y bajadas hormonales que afectan al proceso cognitivo, la persona pierde la capacidad de estar abierto. Imaginemos a un futbolista jugando el partido en ese estado de ánimo. La visión periférica, que normalmente suele ser de 180 a 270 grados, llega a cerrarse a 30 grados. Nunca mejor dicho que no ve el juego, ni tampoco a compañeros ni a contrarios. Su cerrazón es de tal calibre que no está capacitado para discernir lo correcto. En esos momentos, precisamente, se necesitan líderes capaces de sintonizar con los demás. Por tanto, para los equipos en riesgo de no cumplir con sus objetivos el poder del optimismo es una buena opción y los entrenadores deben elegir a ese tipo de futbolista para configurar las alineaciones. Sabiendo, además, que el cambio del equipo debe conseguirse por más de uno, sumando aportaciones, maximizando las intenciones positivas.

Es fundamental, en estas situaciones, contar con futbolistas con capacidad de crear esperanza. Estoy de acuerdo con el dicho "ante la duda, coraje". Y por esa vía el equipo puede resurgir. El que logre mantener la confianza, resuelva en los momentos de máxima tensión, y no piense negativamente en las últimas consecuencias, tendrá bastantes bazas para llegar a cumplir sus metas. Lo peor de esta situación es que una Liga de 38 partidos, se gane o se pierda, no dependerá del último partido. Aunque en la memoria colectiva quedarán grabadas las últimas escenas que justifiquen el éxito o el fracaso final. Pero lo esencial ahora es crear esperanza para lograr cumplir el objetivo de llegar a jugar en Europa. El Málaga, sin presión, es capaz de todo.

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