El problema es la U

Que salga del armario la gran olvidada en la lucha de género para empoderarse de la lengua

Lo acaba de poner de manifiesto la portavoza de Podemos. Portavoz es una muestra más del lenguaje del heteropatriarcado opresor. Aunque sea quien porta la voz y la voz tenga género femenino, Irene Montero ha descubierto, bajo su travestida apariencia, la clara condición masculina que le otorga su única vocal. El artículo femenino no es más que un disfraz carnavalero de drag queen. A pesar del género femenino de todas las vocales ¿qué hay más masculino que una o? Solamente dos o. La connotación sexual de la doble o es tan clara que son pocas las palabas en español que osan atreverse con semejante combinación. La o es una vocal de género fluido que ha adoptado un comportamiento masculino para lograr su posición dominante dentro de la lengua. Por eso se escribe voz y no vaz o voza. Porque fue Dios Padre, iniciador del patriarcado. Quien dio la primera voz al reprender a Adán, padre de la humanidad y continuador del mismo, tras enterarse de que se había comido la manzana (el pecado siempre es femenino) y no un higo. Mucho más propio del paraíso.

Para resolver el problema lingüístico que refleja esta situación y que distinguidas ideólogas del feminismo reconocen, podríamos pensar en acabar todas las palabras objeto de polémica con la letra e. Tomaríamos cierta tonalidad gallega, pero no hay nada de malo en ello. El problema es que los entes también han sido declarados inequívocamente masculinos y, siguiendo el ejemplo de las amebas, se han reproducido asexualmente por fisión binaria dando lugar a los entes y las entas. Además, la e no es más que una o con rabo, de claro carácter masculino. La a, también. Pero su cola es menor y por eso se salva. Y la i, impensable. Además de que daría lugar a una fonética horrorosa, a nadie se le escapa su enhiesta representación del vigor masculino en el momento de mayor exaltación. Así que la respuesta está en la u. Cuyo grafismo emula dos cuernos, atributos de los que ningún género puede apropiarse en exclusividad y cuya fonética nos retraería a nuestro pasado latino. Hoy más que nunca es necesaria la visibilidad de la u. Que salga del armario la gran olvidada en la lucha de género para empoderarse de la lengua. La causa de un lenguaje inclusivo dará un paso de gigante que nos permitirá centrarnos en la reducción de la brecha salarial y nuestros oídos saldrán ganando. A ver quién es capaz de dar una vuz más alta que otra.

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