Crónica levantisca

juan Manuel / marqués Perales

El 'procés' encalla

HAY quien mide la frecuencia de las metáforas empleadas en la política, y por ellos sabemos que las más utilizadas son las náuticas -vamos viento en popa-, seguidas de las constructivas -hay que levantar este edificio entre todos- y las relacionadas con la salud -el cáncer de la corrupción-. Artur Mas, el catalán errante, es un obseso de la navegación y cree que si mantiene firme el timón para no desviarse del rumbo fijado, llegará a buen puerto, aunque es imprescindible que él se mantenga en el puente de mando para que el procés no encalle. Pero eso es, justo, lo que ha pasado.

El principio de contradicción está reventando la presunta unidad de los independentistas, cuyo mensaje al resto del mundo es que son capaces de independizarse de manera unilateral de España, pero no se ponen de acuerdo para nombrar a un presidente y a un Gobierno. El proceso ha encallado; es posible que dentro de varias semanas, después del 29 de noviembre, Mas salga investido presidente con los votos de la CUP, pero a cambio va a entregar a los radicales un Gobierno vacío de poderes ejecutivos. La disolución del este poder entre tres vicepresidentes y la obligación de comparecer a los 10 meses ante el Parlamento para una moción de confianza son los dos primeros pasos a los que seguirá un tercero que convertirá al Ejecutivo en una institución carente de verbo, con una suerte de presidente honorífico al mando de un gabinete de zombis que conspirará para que llegue un 18 de brumario y acabe con el Directorio. Pero ése será el único final posible de esta coalición de burgueses y anarcos, cartera y chaleco, condes y republicanos; lo sustancial del día de ayer es que el timonel ha metido al barco en los cayos.

Hay una tendencia de la izquierda española, muy influida aún por el complejo que el franquismo dejó en este país, que sostiene que ahora es necesaria la negociación, que aún hay que ofrecer un poco más a los nacionalistas porque su razón de ser fue atacada durante cuatro décadas por aquel nacionalismo totalitario. El pacto de la Transición, sin embargo, ha sido traicionado por quienes clamaban por un mejor encaje en una España plural, pero fueron construyendo, a la vista de todos, otra identidad nacional para independizarse del país. Nos han engañado. ¿Para qué vamos a intentar contentar a los que nunca estarán contentos? El nuevo pacto, necesario, se tendrá que construir sobre la lealtad, dos mentiras son demasiadas para una misma generación, no hablen más de enamorar a una Cataluña fabricada sólo para ellos.

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