EL PUCHERO

Teresa Santos

La protesta del campo

SON alrededor de 40.000 pese al precio del combustible, a la falta de riegos, al azote del granizo o de la lengua azul. Los que saben de campo aseguran que en Málaga tenemos una agricultura y ganadería muy social. No hay muchos grandes productores, y la gran mayoría aguanta como puede una crisis que ya se les hace demasiado larga.

Y lo malo que en esta cadena no sólo pierde el campo, perdemos todos los consumidores.

Que me expliquen por qué si estamos en plena cosecha no pueden llenarse los mercados de pimientos, tomates, pepinos o berenjenas de los que producimos en la Axarquía, o por qué apenas si llegan patatas o cebollas de los regadíos de Antequera, o espárragos de Sierra de Yeguas, o por qué se van fuera los ajos que han plantado en la Vega de Antequera unos cuantos agricultores de Córdoba. Ocho millones de kilos de patatas, 5 millones de kilos de cebollas, medio millón de kilos de espárragos… o millones de kilos de miel.

Para qué hablar de nuestros cítricos del Valle del Guadalhorce o de nuestro aceite de Antequera y Ronda o de las castañas que en el otoño se recogen en el Valle del Genal.

Y si hablamos de la carne... mientras diez escuelas de hostelería fomentan el chivo lechal de Málaga, aquí la mayoría de las veces lo consumimos de fuera, y mientras el cordero de Málaga se va a Cataluña, nuestra cesta de la compra carga muy a menudo cordero de Australia, Nueva Zelanda o Turquía.

Mientras nosotros podemos estar consumiendo miel de China o Argentina, la que se recoge aquí viaja a centroeuropa como la mayoría de nuestros productos.

Parece una regla de juego obligada que los productos tengan que viajar y encarecerse en manos de los intermediarios antes de llegar al consumidor. Me cuentan los agricultores que la costumbre malagueña de comprar en las cooperativas el aceite para todo un año se está extendiendo a otros consumos como el de la patata.

En todo este juego diabólico el consumidor apenas si tiene margen de maniobra, pero sí podrían tenerla los agricultores si fueran capaces de organizarse en cooperativas antes de dejar sus productos en el almacén del intermediario. Ocurre que muchos agricultores no lo son a tiempo completo. Sus explotaciones no les dan para vivir y buscan otras opciones de renta. Esto hace caer al sector en una especie de círculo vicioso en el que la prioridad no es organizarse en grupo, sino optar a las ayudas públicas. Y conste que no todos los cultivos gozan de ese privilegio.

En el Valle del Guadalhorce un urbanita decidió hace un tiempo abandonar su oficio que en nada tenía que ver con el campo y apostar por algo novedoso, gallinas en libertad productoras de huevos ecológicos y se triscan felices bajo hermosos nogales que le proporcionan al agricultor una buena cosecha de nueces pecanas. Es un buen ejemplo. Tal vez todo sea cuestión de arriesgar.

Después de las protestas de COAG y UPA, y las que ayer protagonizaron los agricultores de Asaja, cabe preguntarse si éste no sería un buen momento para aprovechar el impulso y organizarse, no sólo para protestar, sino también para intentar mejorar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios