Todo es relativo

ÁNGEL RECIO

131 puñaladas

AYER empezó el juicio contra el presunto asesino de Ana María Márquez, la directora del Museo de Historia de Nerja que falleció en agosto del año pasado, supuestamente, a manos de su pareja sentimental. El sujeto le dio, nada más y nada menos, que 131 puñaladas con un cuchillo de cocina. Obviamente, no quería fallar. Fue a matarla y lo consiguió. Ahora dice que no se acuerda de nada. Bueno, no exactamente eso. Afirma que solo recuerda que fue ella la que le atacó primero y que solo intentó defenderse. Lógicamente, 131 cuchilladas son un ejercicio claro de defensa. Cuando fue detenido declaró que le había golpeado primero con una botella de vino en la cabeza y luego la remató. Ayer tampoco se acordaba. La memoria, como se ve, es muy selectiva cuando uno puede acabar en la cárcel. Piden 28 años de prisión por asesinato y maltrato habitual.

El acusado, un empresario cordobés de 42 años, se justifica alegando que es consumidor habitual de cocaína y alcohol desde hace más de 20 años. Siempre me han resultado rastreras este tipo de defensas. Primero, marear la perdiz y no reconocer un delito. Si uno se cree muy importante para herir o matar a alguien también tiene que serlo para asumir la pena que le caiga, sin rodeos ni historias. Es algo habitual además. Hay muchos gallitos a la hora de cometer delitos que luego esconden el ala. También está el que amenaza con suicidarse pero, curiosidades de la vida, toda la destreza que tienen para matar a su pareja o familiar, la pierden para quitarse la vida. Se vuelven torpes cuando el que muere es uno mismo. Reconozco que eso de intento de suicidio siempre me ha sonado a tongo. El que se quiere matar lo hace, sin películas.

Segundo, que se considere un eximente el consumo de drogas es vergonzoso. Creo que cualquier persona con dos dedos de frente piensa que la toma de estupefacientes, teniendo en cuenta además que en casos como la cocaína son ilegales, debería ser un agravante. Por consumir productos prohibidos y por ser violento. Pero parece que la justicia que tenemos premia más al reo que a la víctima. Mientras Ana María Márquez lleva más de un año fallecida, este individuo se sentaba ayer en la Ciudad de la Justicia a presentar sus excusas. Encima se permitió el lujo de pedir perdón, intentando ablandar al jurado popular.

La violencia de género parece tener difícil solución. Ayer otro caso en Oviedo. Una mujer de 65 años. Su pareja decía en unas cartas que había sido él y que cuando le encontraran ya estaría muerto porque se iba a suicidar. Qué curioso que al final la Policía ha tenido tiempo de sobra para detenerlo.

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