Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

A pura mascada

LA foto cenital es impagable. A primera vista, bien podría tratarse de uno de esos dibujos con tiza con que la Policía siluetea en el suelo a un occiso, o sea, alguien muerto violentamente. El escorzo del diputado tiene algo de expresionista. Agarrado a su maletín como si dentro de él hubiera estado su vida a la postre, abierto de piernas y manos y bocabajo, es atendido por otro sujeto de traje oscuro que pasaba por aquel pasillo del Parlamento Europeo. Pero no estaba muerto, no, no, que estaba tomando caña, que cantaba Peret. Caña de lomo en formato mascada que le había macizado un compañero de partido apenas unos minutos antes. Tras recibir el fraterno castigo, caminó unos pasos y se desplomó. Ahora está en un hospital de Estrasburgo. Se llama Steven Woolf, es inglés, eurodiputado renegado, o sea, del UKIP, el más encendido de los partidos pro Brexit. El partido cuyo líder, Nigel Farage, nada más producirse su victoria en el referéndum para abandonar la Unión Europea, confesó haber mentido como un corsario sobre los dineros que la Europa continental "les robaba". Un partido enfebrecido y a mil por hora que, post coitum, se desmiembra y arde en batallas intestinas. A pura leche.

Inevitable que se te venga a la cabeza el paralelismo: "Espanya ens roba, debemos abandonar al vampírico y atrasado Estado español, y para eso aunaremos churras con merinas, comunistas de periferia con burgueses de Pedralbes, el Barça con el Sant Andreu, antisistemas con élites bodegueras; lo que haga falta, manda la causa". El Brexit se parece al Catalexit, que tanto vale por Cataluña como por catalepsia, un trastorno repentino en el sistema nervioso caracterizado por la pérdida momentánea de la sensibilidad, propio de cuadros histéricos y esquizofrénicos. Artur Mas, para emborronar con tinta de calamar el sistema de corrupción que estableció junto al padrino Jordi Pujol, decidió acelerar desde el poder el soberanismo, aupando a comparsas de calaña radicalmente distinta de la suya como ERC y la CUP, laminando a su propio partido, CiU, y creando un mal rollo histórico en España, cuyas resonancias al exterior hacen daño a todo el país. Apuesto doble contra sencillo a que, llegado al caso, tras el clímax de la victoria en un referéndum, van a acabar a bufetades también, muchos de ellos silueteados con tiza por el suelo, tan occisamente. La verdad, da un poco de lástima que tanto la flema británica como el seny catalán acaben por ser pura fantasía. A unas malas, lo dicho: a piñas, mojadas, gañafones, moñeos y tragantadas. Al tiempo.

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