PARA celebrar que en 2010 obtuvo los mayores beneficios de la historia (más de diez mil millones de euros) Telefónica ha anunciado que va a recortar su plantilla española en 6.000 trabajadores, el veinte por ciento del total, en los próximos tres años.

Telefónica va de récords. Ha batido en el ejercicio pasado el récord de beneficios, es la empresa española de más envergadura por su valor bursátil y una de las punteras del mundo en su sector y piensa repartir entre sus accionistas un dividendo que jamás ha podido repartir una empresa nacional. Aún tiene otro récord: los trabajadores afectados no están especialmente descontentos. Ya conocen, por experiencia, que saldrán de la compañía con las espaldas bien cubiertas. Prejubilados en la cincuentena y con el sueldo garantizado casi en su totalidad.

Para todo hay una explicación. Los beneficios se han disparado, sí, pero básicamente por sus actividades internacionales. La matriz española, aunque sigue siendo rentable, ha visto cómo en los dos últimos años sus ingresos han caído un diez por ciento. La ecuación no falla: si bajan los ingresos se deben reducir los costes. Nada de compensar la merma nacional con la prosperidad de las filiales del resto del mundo. Hay que ganar en todas partes, así funciona el sistema. También los grandes del sector textil fabrican el género en países subdesarrollados en los que la mano de obra es abundante y barata, pero mantienen la marca en las prendas.

Pocas horas después de conocerse el recorte de empleo Telefónica anunció también que se dispone a premiar con incentivos millonarios, en forma de acciones, a sus ejecutivos y directivos, en función del logro de los objetivos que se marque la compañía (por ejemplo: el menor coste laboral derivado precisamente de los despidos). Mientras más ahorren en salarios de trabajadores más cobrarán ellos. Como digo, los empleados susceptibles de ser despedidos no van a protestar mucho si los sindicatos les garantizan las condiciones de las regulaciones de empleo anteriores. Nadie habla de los que sí serán perjudicados: los trabajadores precarios que van a desarrollar las tareas de los despedidos cobrando mucho menos y los subcontratados en empresas externas que completarán los servicios que Telefónica presta.

Todo esto es absolutamente legal, y escandaloso. Es un escándalo que en un país que avanza hacia los cinco millones de parados una empresa muy rentable pueda desprenderse de sus empleados más formados y experimentados, habiendo llenado los bolsillos de sus accionistas y programado más rentas para sus gestores. El país se empobrece, prescinde de fuerza de trabajo cualificada, aumenta sus cifras de desempleo y consolida la ley de la selva.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios