¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La reforma trampa

Con su propuesta de reforma electoral, Podemos le ha puesto a Ciudadanos una trampa difícilmente rechazable

La semana nos deja claro que la supuesta incompatibilidad entre Ciudadanos y Podemos tiene a veces más de espectáculo de varietés que de cruda realidad. Al fin y al cabo, ambas formaciones nacieron de las cenizas de los campamentos del 15-M, aquella primavera ibérica fallida que nos legó más eslóganes que soluciones. En el fondo, morados y naranjas sueñan con ser el bipartidismo de la España futura, pero saben que antes hay que acabar con los dos grandes saurios de lo que llaman el régimen del 78, PP y PSOE, que pese a todo siguen gozando de una mala salud de hierro, según el último barómetro del CIS. En política, siempre hay un momento que consiste en un simple "quítate tú para ponerme yo" y ese instante ya ha llegado a nuestra asmática vida nacional. Ahora o nunca, han debido pensar Rivera e Iglesias, que han abandonado por unos momentos su particular berrea para intentar ponerse de acuerdo en un asunto gracias al cual, aparentemente, ambos pueden ganar sus buenos talentos: la reforma electoral.

Durante años, vimos a IU interpretando el papel de profeta sin público clamando por el cambio de una ley electoral que, según ellos, jibarizaba en el Congreso su verdadero peso en la sociedad española. El testigo lo han recogido ahora los partidos de la nueva política, que sí tienen la fuerza suficiente para, al menos, abrir el debate público y presionar a la gerontocracia del 78. La única propuesta sólida que hay ahora mismo sobre el tapete, elaborada en los laboratorios de Podemos (donde militan auténticos especialistas en la materia), es hábil y sólo tiene un grave perjudicado, el PP, lo que supone a la larga mermar la capacidad del ya bicéfalo centroderecha de forjar pactos de investidura. Sin embargo, no acaba con uno de los problemas que, a nuestro entender, justificaría una verdadera reforma electoral: la capacidad de chantaje de los partidos nacionalistas, que apenas sufrirían un rasguño. En definitiva, Iglesias le ha puesto a Rivera la zanahoria de un suculento aumento de escaños (C's sería el partido más beneficiado) para, a cambio, sentar las bases de una futura alianza triunfal Podemos-PSOE-nacionalistas. Una trampa difícilmente rechazable. Un país en vías de balcanización como España no necesita un sistema electoral más proporcional, como solicitan Podemos y C's, sino otro que refuerce aún más las mayorías y, por tanto, facilite la gobernabilidad. Pero eso poco importa cuando la colina huele a victoria.

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