NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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Con todo respeto a quienes se sumaron a la flotilla de solidaridad con la población de Gaza, los gestos exagerados de regocijo y entusiasmo transmitían la idea de que daban prioridad a la proyección política de su imagen, en vez de poner el acento en su objetivo: denunciar el sufrimiento que se vive en Gaza. Empezando porque la mayoría de los barcos no llevaban carga llamada humanitaria. Alimentos, medicinas y enseres que aliviarían la falta absoluta de todo lo que sufren los gazatíes.
La llegada al aeropuerto, las risas, los gritos, la búsqueda de periodistas a los que contar sus experiencias –poniendo el acento en sus experiencias personales y el trato dispensado por los israelíes– llevaban a la conclusión de que el único provecho que ha sacado Gaza de esa flotilla es que varios de los que se sumaron a la caravana marítima han logrado un protagonismo que parecía buscado. Y si no era buscado, se le parecía.
Se asemejaban más a estudiantes en un viaje de fin de curso, desatadas las emociones, que a hombres y mujeres verdaderamente comprometidos con un pueblo que lleva dos años –se cumplen hoy– conociendo de primera mano las consecuencias de una guerra que padecen entre dos fuegos; las atrocidades a las que les somete Hamas, que utiliza a la población civil a conveniencia, hasta verse víctimas de los ataques de un ejército israelí que cumple órdenes de un primer ministro fanatizado por su odio.
Si Netanyahu tuviera la menor sensibilidad, habría sabido enfrentarse a un grupo terrorista como Hamas sin necesidad de actuar con tan intolerable falta de humanidad. Y el mundo habría comprendido mejor la tragedia de Oriente Medio que se prolonga desde hace casi ochenta años, con dos pueblos obligados a entenderse, y gobernantes que sacan lo peor de sí mismos para que árabes y judíos no solo no se entiendan, sino que parecen dedicados a aniquilarse mutuamente.
Netanyahu, con su actitud, impide que gran parte de los ciudadanos del mundo que no conocen la situación real que se vive en la zona crea que todo el pueblo israelí está empeñado en la destrucción del pueblo palestino. Solo por eso, Netanyahu debería perder los apoyos necesarios para mantenerse en el poder.
Quienes formaron parte de la flotilla parecían desconocer qué ocurre en Gaza, qué es Hamas, de qué manera el pueblo palestino es maltratado por quienes gobiernan la Franja y por quienes desean apoderarse de ella para convertirla en un resort. Si se hubieran preocupado por estudiar mínimamente qué pasa en Oriente Medio, quién manda en el pueblo palestino, cuántos años hace que se planteó la creación de dos Estados, o reconocer el Estado palestino, y cómo respira el pueblo palestino respecto a los países árabes vecinos y al propio Israel, probablemente los miembros de la flotilla no habrían protagonizado esas escenas de frivolidad.
Un espectáculo deplorable. Una falta de respeto a la población de Gaza.
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