El reino de los cielos

El aspecto más negativo de la campaña de las generales ha sido la agresividad transmitida a la sociedad

Derrotado el ejercito cristiano, la guerra ha terminado. A partir de ahora, solo queda la reconversión de los vencidos con la negación de sus más profundas creencias. A saber: renegar de la política territorial y de Sánchez en general, a día de hoy, la del PSOE, petición de la aplicación inmediata del artículo 155, y compromiso de no subir los impuestos allí donde se pacte. Y todo por escrito, como si de un tribunal de la Santa Inquisición se tratara. La publicación en la plaza del pueblo se da por descontada, que para ello están las redes sociales; y la exigencia de que quienes pacten pidan su entrada inmediata en el partido naranja carece de sentido. En cualquier organización política, semejante apostasía es una petición clara para que te excomulguen. Rivera no ha pedido un pacto, sino una rendición incondicional. Solo habrá acuerdo con quienes adjuren de su fe. Se suponía que la fragmentación del espectro político conllevaría una política de acuerdos, pero se desconocía que a los actores encargados de protagonizarla les iba a costar tanto. Y son fundamentales. El aspecto más negativo de la pasada campaña de las generales, en apenas nada corregida por la de las municipales y europeas, ha sido la agresividad que los diferentes dirigentes políticos han transmitido a la sociedad. Una sociedad en la que, a pesar de nuestros desencuentros, durante cuarenta años hemos sido capaces de ponernos de acuerdo periódicamente.

En El Reino de los Cielos, Ridlet Scott cambia las negociaciones entre Bailan de Ibelin y Saladino para presentarnos a los dos líderes como hombres que se elevan sobre la barbarie de la guerra. Bailan sabe que debe ceder una Jerusalén incapaz de defender, del mismo modo que Saladino no ignora que para no tomar una ciudad arrasada por la guerra debe ser generoso con su población. Librada la contienda, el director magnifica el valor del pacto con la contestación del musulmán a la pregunta del cristiano: "¿cuánto vale Jerusalén? Nada ¡Todo!". Respuesta que da sentido a un acuerdo en el que ambos consiguen aquello por los que estarían dispuesto a dar todo, incluso lo esencial para el otro: la patria y la gente. El éxito del cine se encuentra en su capacidad de presentarnos una realidad que no encontramos en la vida. Y en España se echan de menos hombres de estado como los protagonistas de Ridlet Scott, que conozcan el papel que le ha tocado jugar.

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