La respuesta a la cancelación

En el seno de la cultura europea ha existido siempre un deseo de reencuentro con la pureza original

Para muchos de los cientos de asistentes al 23 Congreso Católicos y Vida Pública, el momento culminante llegó con la conferencia de Rémi Brague, profesor emérito de la Sorbona, que abordó la cuestión de la llamada "cultura de la cancelación", consecuencia de las más penosas de la corrección política, preguntándose si no estaremos más bien ante un verdadero intento de cancelación de la cultura.

Brague, que dicho sea de paso es capaz de leer y expresarse en diez idiomas, incluidos el latín, el griego, el hebreo y el árabe, planteó la razón última de la enorme brecha que se abre entre los partidarios de la cultura de la cancelación y el pasado cultural de Occidente, considerado inasimilable: "Nuestra cultura actual está atrapada en una suerte de perversión del sacramento de la penitencia: tenemos confesiones por doquier y queremos que otros se confiesen y arrepientan. Sin embargo, no hay absolución alguna, no existe el perdón, por lo que tampoco existe ni la esperanza de una nueva vida ni la voluntad de tomar sus riendas". Pero, ¿es posible el perdón, la reconciliación con el propio pasado que abre el camino hacia la contemplación de sus logros cuando se renuncia a todo el legado cristiano? ¿Hacia dónde volver los ojos en busca de referentes sin los que resulta simplemente imposible cualquier forma de cultura? Porque "únicamente culturas que no existen y puramente imaginarias pueden ser totalmente inocentes", no hay momento del pasado que no pueda ser acusado por sus crímenes ni civilización que se haya asentado sin el acompañamiento de guerras y atrocidades. Todo esto no es nuevo, y en el seno de la cultura europea ha existido siempre, latente y reconocible, un deseo de reencuentro con la pureza original que, también él, ha dado lugar tanto a frutos perversos -ideologías utopistas en primer lugar- como a un ansia de mejora y perfección a la que nuestra civilización debe muchos de sus avances. El manifiesto final del Congreso ha recogido esta idea al expresar: "Reivindicamos la historia y tradición de Occidente, de Europa y de España como una historia que ha realizado grandes logros cuando se ha mantenido fiel a sus raíces en el logos griego, el ius romano y la caritas judeocristiana. Ello no implica obviar las sombras o errores de su historia, pero ante ellos preferimos perdonar a condenar, preferimos aprender de dichos errores sin incurrir en absurdos anacronismos".

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