Mitologías Ciudadanas

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La risa de Miguel Hernández

Cierre los ojos un momento e imagine al mono que intentó por vez primera desplazarse por la sabana apoyándose exclusiva y alternativamente sobre cada una de sus dos extremidades traseras, y llegaremos a la conclusión de que ese intento de ponerse en pie y desplazarse con esa extraña y arrogante postura, una y otra vez repetido, con sus batacazos, con sus caídas y recaídas, debía resultar hilarante para el resto de la manada, y supongamos que ahí surgió la risa; la risa que fortalece en la manada los lazos de unión entre iguales, la risa que libera a ese "mono" de la tensión de saberse frágil, a punto de caerse y darse otro nuevo batacazo, sin querer que esa fragilidad se trasluzca demasiado; la risa de saberse un ser-para-la-muerte y, en consecuencia, la risa que denuncia la maldad y el resentimiento, la pedantería, el engolamiento, la fastuosidad, el exceso de oropeles… Así, no es casualidad la falta de humor -la incapacidad de reírse de sí mismos- que muestran los totalitarismos, tanto los duros, de izquierdas o de derechas, como los blandos. El humor, y esa es su "esencia", nace de "saberse" frágil, por eso el humor es solidario, y por eso mismo es la mejor medicina contra la barbarie, la crueldad, la sinrazón, la soberbia…, y esa es la causa por la que los totalitarismos se coaligan de forma más o menos explícita para extirpar el humor, la risa, de las entrañas de la vida.

Ni los tontos ni los estirados saben reírse. Los primeros porque se ríen de todo, los segundos porque no se ríen de nada; unos y otros porque para reírse se precisa inteligencia viva, empatía y ternura, distanciamiento del propio ombligo y de la egolatría y supuesta trascendencia de todos los ombligos que habitan el mundo; o dicho de otra forma: porque para reírse (y saber reírse) hay que saber estar- en- el- mundo , hay que saber habitar el mundo que nos ha tocado y -sobre todo- hay que saber habitarnos a nosotros mismos.

En 1929, Miguel Hernández, desde la cárcel -de la que no saldría con vida-, después de recibir una carta de su mujer, donde le contaba que solo tenían pan y cebolla para comer, escribió las Nanas de la cebolla, dedicada a su hijo. Imaginémonos la pena y desolación del poeta, imaginémonos la rabia y la impotencia…, y sin embargo, estos son algunos de esos versos: "En la cuna del hambre/mi niño estaba./Con sangre de cebolla/se amamantaba…./Alondra de mi casa,/ríete mucho./Es tu risa en los ojos/la luz del mundo…/Tu risa me hace libre,/me pone alas./Soledades me quita,/cárcel me arranca…/Desperté de ser niño./Nunca despiertes./Triste llevo la boca./Ríete siempre./Siempre en la cuna,/defendiendo la risa/pluma por pluma".

Leo y me irrita y me da un ataque de risa, aunque no me sorprende, que el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, acaba de retirar los versos del poeta del Memorial de La Almudena en honor de las víctimas de la Guerra Civil. No, no me sorprende. De los espíritus totalitarios, de los talibanes, de los incultos y resentidos, de todos los que no saben reír, ya pocas cosas me sorprenden.

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