A las nueve se van, porque es la hora de la cena, pero como tienen que tocar un poco los cojones, antes dan unas vueltas pegando voces". Sucinto resumen de la manifestación proindependencia que se celebra a diario delante de la Subdelegación del Gobierno de Tarragona. Suena sarcástico, pero mientras hago tiempo para ir a la cena de las XII Jornadas del Consejo General del Poder Judicial y el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España, escucho los gritos en la calle. Sostenía don Manuel Alcántara que la única forma de conocer el número de asistentes a una manifestación era contar los pies y luego dividir por dos. Bajo. Hasta cien, y si no van a la carrera, la cuenta es fácil y no te equivocas.

Las pancartas que abren las manifestaciones son un lugar en los que repartir codazos para salir en la foto, y en esta, si se aprietan las filas, no se cierra la calzada y los coches se salen por la tangente. Subo, me ducho y cuando vuelvo a bajar ellos ya están cenando. La descripción del ritual puede destilar hartazgo, pero es de una precisión digna de los cuerpos de información del Estado. En la calle me parece escuchar hablar fundamentalmente en español. A fin de cuentas, estoy en Tabarnia. El empleo del catalán solo me parece generalizado entre los grupos de escolares dirigidos por sus maestros que me cruzo cuando los llevan de excursión. De camino al restaurante, observo como las pancartas independentistas de los balcones se alternan con banderas españolas. Podría ser un signo de convivencia, si no fuera porque muestra una sociedad profundamente dividida. Aprovecho para hablar con varios amigos catalanes. El activismo se ha impuesto a la política, y sin ella no hay encuentro posible.

En Cataluña, los dos extremos se han radicalizado hasta el punto de que, si intentas mantenerte en el centro, te llueven las críticas de ambos lados. Tiene que estar muy tensa la cuerda para que ambos bandos te llamen fascista si no demonizas al otro. Entre estos compañeros reina un profundo pesimismo. En su opinión, el conflicto solo remitirá por agotamiento del bloque secesionista, pero por el camino se llevará por delante la ilusión de una generación. Recuerdo la manifestación haciendo círculos alrededor de la plaza y me acuerdo del hámster que tenía cuando era pequeño. Corría sin parar en la rueda de su jaula hasta quedar exhausto. Solo necesitaba que se le alimentase continuamente.

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