El salvaje Metro

Una obra pública ilusionante es un símbolo del despilfarro. Sin un trabajo serio de partida, el coste ya va por 900 millones

Mantener el Metro de Málaga durante sus seis años de vida le ha costado al Gobierno andaluz 420 millones de euros. La ecuación es fácil. La Junta, es decir a todos los andaluces, ha pagado más de 12 euros por cada uno de los 33 millones de pasajeros que durante este tiempo se han subido alguna vez a sus vagones, como reflejaba el detallado informe que publicó hace unos días en este periódico Sebastián Sánchez.

La verdad es que con estos números sería mejor arrojar la toalla. Durante los 16 años que ya se prolongan las obras del suburbano, este periódico -y el que escribe- siempre ha sido un entusiasta de este medio de transporte. Lo hemos defendido por encima de cualquier otra circunstancia adversa. El salto de calidad que Málaga necesitaba para convertirse en una gran ciudad del siglo XXI, también en materia de comunicaciones. La solución alternativa no podía ser multiplicar las carreteras y construir decenas de aparcamientos para permitir el avance de los vehículos privados. Era y es necesario diseñar una potente red de transportes públicos en toda la provincia para facilitar la movilidad de millones de usuarios y luchar contra la contaminación.

Pero resulta imposible encontrar en estos tres últimos lustros unos gestores gubernamentales más nefastos en esta materia. Con sus correspondientes cómplices municipales. Con debates sobre si mejor la tuneladora o el muro pantalla para horadar el suelo. Un Metro, o un tranvía, en superficie era jugar en tercera división. Quitaba carriles y aparcamientos. Hasta era un potencial atropella niños. Y éste es el resultado final -por ahora- después de cambiar los trayectos previstos, anular concursos y modelos de construcción y acumular decenas de modificados hasta disparar los costes previstos. Porque nunca hubo un trabajo serio de partida. Y una obra pública ilusionante queda convertida en un símbolo del despilfarro. Cuando concluyan los ramales actuales (en 2021 o 2022), la infraestructura y el material móvil sumarán un gasto de 900 millones de euros.

El PP nunca quiso el Metro. Entendía que Málaga no lo necesitaba. Mejor invertir ese dinero en el Guadalmedina. Pero tampoco permitiría agravios si se hacía en Sevilla. La consejera socialista que promovió el proyecto, Concha Gutiérrez, estaba tan convencida que pensaba que el transporte catapultaría al PSOE y le arrebataría la Alcaldía a Francisco de la Torre en 2007. Daba por hecho que para entonces ya circularía. El regidor se estudió el calendario de zanjas e impidió con toda suerte de estratagemas que los vecinos votasen con las calles levantadas. Como en el Oeste, así se gestó el salvaje Metro.

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