Postales desde el filo

José Asenjo

La sandalia del banquero

EL banquero Rodrigo Rato compareció ante una comisión de investigación del parlamento de Cataluña. Los comisionados de la izquierda se despacharon a gusto con el ex ministro. El representante de la Candidatura d'unitat Popular, que no llegó a arrojarle la sandalia que blandió durante su intervención, le lanzó todo tipo de insultos. Aunque, las suyas no sean maneras, ni David Fernández sea Nikita Kruschov, muchos ciudadanos se habrán identificado con los modos airados del mal encarado diputado.

Los banqueros disputan a los políticos la primacía en el desafecto de la ciudadanía. El compareciente Rato es ambas cosas. Por la naturaleza de su oficio, los banqueros han sido vituperados y calumniados a lo largo de la historia, casi siempre con razón. Su papel en la crisis que, excepto ellos, sufrimos el resto de los ciudadanos es buen ejemplo de ello. Cuando entramos en una entidad bancaria, además de someternos a su lenta e ineficaz burocracia, sentimos que inevitablemente saldremos estafados. No hace falta entrar en detalles sobre las razones de dicha sensación: la banca siempre gana.

En esta crisis se ha inyectado 60.000 millones de euros de dinero público para tapar el agujero negro que la burbuja abrió en el sistema financiero español. Que, además, al ser avalado por el Estado ha incrementado nuestro déficit a cifras que resultan alarmantes incluso para los que creemos que nuestra economía tiene males mayores. Además, cuando el BCE abre el grifo, la banca obtiene dinero al mínimo interés a cambio de meterlo en nuestra bien remunerada deuda pública. Así, con poco esfuerzo, hacen un estupendo negocio, a la vez que consolidan sus maltrechos balances.

Resulta fácil caer en la demagogia cuando hablamos de la banca, sin embargo, y en eso se parece a la política, es tan odiada como necesaria. La actual situación de crisis de crédito es al tejido productivo lo que sería para nuestra movilidad que las gasolineras dejaran de suministrar combustible.

Lo que resulta más insoportable es que siendo los grandes expertos en finanzas, no sólo no viesen las devastadoras consecuencias de la burbuja que estaban alimentando, sino que fueran sus principales beneficiarios. Y que, pese a ello, se dediquen ahora, con la arrogancia de quienes se creen infalibles, a aconsejar a gobiernos y ciudadano sobre cómo salir de la crisis. Es como si Bárcenas pontificase sobre la reforma de la Ley de financiación de los partidos.

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