EL PUCHERO

Teresa Santos

El sarampión electoral

LA ciudadanía se defiende como puede en épocas de precampaña. Hay quien opta por no escuchar las noticias o pasar de las tertulias. Es tal el nivel de saturación y la gravedad de los mensajes que sería bueno conocer a todos y cada uno de los estrategas que diseñan las campañas de los grandes partidos, para cambiar de calle si ellos pasan.

¡Qué peligro! Unos empeñados en salvarnos incluso de nosotros mismos y otros empecinados en descubrir el rabo entre las patas de los supuestos salvadores. Las campañas se desaprovechan cuando son usadas como altavoz de descalificaciones de los rivales políticos o simples brindis al sol.

"Mire usted. Creo en las elecciones porque soy una demócrata, no porque los políticos consigan que me sienta bien cuando los escucho. Esto es como un sarampión o una gripe. Hay que pasarla sin que te deje demasiadas huellas. Yo para saber qué hacer confronto lo que dicen con lo que yo creo que han hecho y santas pascuas. Voy a votar como un acto casi de fe, creyendo en lo que no veo". El comentario lo escuchaba igual que yo uno de nuestros candidatos a las elecciones del 9 de marzo. Un candidato que después de una larga discusión no logró convencer a su interlocutora -era una mujer de mediana edad- de que los programas obedecen estricta y exclusivamente a la ideología de la que parten.

No son habituales los comentarios críticos entre simpatizantes y menos en tiempos de campaña. Esa es la razón por la que se realimentan los mensajes después de cada acto político al que suelen asistir los convencidos.

Los estrategas esta vez están más preparados que nunca. Nada es fruto de la improvisación, ni tan siquiera las imágenes de los actos políticos que se organizan cada fin de semana. Son imágenes que los propios partidos distribuyen entre los medios de comunicación, sin que cámaras ajenas a la organización puedan hacer grabaciones propias para luego elegir entre distintos contenidos.

Todo aparentemente, muy americanizado, incluso los estudiados golpes de efecto de cada día. Golpes que habitualmente sirven más para confundir que para aclarar qué tipo de política se esconde tras una determinada declaración.

Esa es la razón por la que he querido trasladar a esta columna de opinión el comentario que escuché de una ciudadana anónima, que además estaba dispuesta a polemizar las horas que hiciera falta para demostrar a los políticos que la habían convocado que el reto no es entre forofos del Barca o del Madrid, y que queda muy feo que cada cual intente arrimar el ascua a su sardina.

Para colmo, los estrategas, por muy astutos que se crean, al final controlan menos de lo que parece. Entre el grupo de indecisos que tanto preocupa a los políticos, el voto puede acabar decidiéndose por un gesto o por una imagen, o vaya usted a saber por qué.

Lo fundamental es que la ciudadanía confíe en los políticos que la van a representar tras las elecciones. Si han estado a la altura o no, nos lo va a decir el nivel de abstención.

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