la esquina

José Aguilar

Los sindicatos razonables

LOS sindicatos CCOO y UGT, que vienen sufriendo un deterioro continuado de imagen y credibilidad -justificado sólo en parte-, están afrontando con responsabilidad y rigor las perentorias negociaciones con el empresariado para alcanzar el pacto sobre la reforma laboral al que les ha urgido el Gobierno.

Tanto les ha urgido el Gobierno que si no llegan al acuerdo antes del domingo habrá reforma por decreto, que siempre es un mal menor. El secretario general del sindicato socialista UGT, Cándido Méndez, ha explicado algunas de las propuestas presentadas por las centrales en la mesa negociadora, y a fe que suponen un viraje esencial con respecto a sus posiciones tradicionales.

Hasta ahora las cúpulas sindicales han mantenido una postura radical, muy deudora de la ideología y desconectada de la realidad: los empresarios pretenden aprovechar la crisis para reducir plantillas, lograr un despido libre y barato y aumentar sus beneficios. Se han empeñado en ignorar que la gran mayoría de los empresarios, y singularmente las pymes, querrían contratar a más trabajadores para obtener más beneficios, que es su legítimo objetivo, y no lo pueden hacer porque ni hay crédito para relanzar su actividad ni hay demanda para sus productos, y que si no bajan sus costes laborales no les queda más salida que los despidos.

Esta actitud sindical tiene que ver con la composición y trayectoria de las centrales sindicales mayoritarias, más preocupadas por las condiciones de trabajo de sus afiliados que por la situación de los que no tienen trabajo. Es el pavoroso nivel de paro y la perspectiva, nada lejana, de empeoramiento lo que les está conduciendo a un replanteamiento de estas premisas y a una visión más realista acerca de la salida de la crisis (mejor dicho, acerca de su contribución a la misma).

Dice Méndez estar dispuesto a que los salarios de los trabajadores en activo suban menos que el coste de la vida este año y el próximo -dos años, pues, de empobrecimiento-, a que las empresas puedan convertir empleos a tiempo completo en empleos a tiempo parcial y a que los patronos puedan descolgarse de algunas cláusulas firmadas en los convenios vigentes. Todo ello con condiciones y con carácter excepcional, acorde con la gravedad de la situación, pero, bueno, lo que importa es el principio de subordinar el crecimiento salarial al mantenimiento del empleo. Una especie de mecanismo de solidaridad de los que tienen trabajo con los que pueden fácilmente perderlo, y con las necesidades del país.

Cuajará o no, probablemente no, pero es en sí misma una buena noticia que los líderes sindicales, sin arriar sus banderas de toda la vida, sustituyan las consignas por el razonamiento y el maniqueísmo por la realidad compleja y llena de matices. Se harán más fuertes.

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