La sonrisa

Rajoy ha pasado a presidir un ejecutivo que parece estable y a sentirse como el líder de la derecha española

Arajoy, normalmente serio y hermético, se le ha visto en estos primeros compases del nuevo año bastante más sonriente y comunicativo. Y la verdad es que razones no le faltan para este cambio. En sólo 12 meses, el panorama político en el que tiene que navegar se le ha vuelto completamente favorable. De no poder formar gobierno y aparecer como un político ya amortizado, ha pasado a presidir un ejecutivo que parece estable y duradero y a sentirse como el indiscutible líder de la derecha española. Esta mejora súbita corre pareja a las dificultades que acosan a los partidos que hasta hace poco parecían tenerlo cercado y casi en obligada huida. El PSOE se encuentra ahora en una permanente contradicción. Por un lado, pretende justificar la utilidad de su discutida decisión de permitir el gobierno del PP y para ello trata de llegar a acuerdos que lo presenten como un partido responsable y útil. Pero esta actitud, se quiera o no, le hace en alguna medida corresponsable de la propia gestión gubernamental; si es cierto, como dice el portavoz de su Gestora, que "en el Parlamento nada sale que no quiera el PSOE y sólo sale lo que el PSOE quiere", le va a ser muy difícil, por más que se esfuerce, en no dar la imagen de ser una formación política atrapada en la responsabilidad de la gobernabilidad del país. Pero es evidente que de los acuerdos alcanzados hasta ahora con el PP, el mérito es necesariamente compartido. Y, por más que se esfuerce en capitalizarlo exclusivamente a su favor, lo cierto es que el partido gobernante también se beneficia de esa imagen de consenso. Además, esta actitud lo limita bastante para poder ser ser la verdadera oposición a la derecha y su única alternativa, tal como reiteradamente proclama. Difícil tiene conseguir ese doble papel: aportar estabilidad al gobierno y a la vez aparecer como su más contundente adversario.

Por otra parte, Podemos, preocupado casi exclusivamente en disputar el liderazgo en la izquierda, no solo atraviesa lo que puede ser una crisis de identidad, sino que ha demostrado desenvolverse bastante mejor en los platós de televisión y en los escándalos políticos que en la normalizada vida parlamentaria, donde su brillo y fuerza ha disminuido bastante. Si ha ello se le une el papel desvaído al que ha quedado relevado Ciudadanos, que siente el riesgo permanente de caer en la irrelevancia, se explicará esa cara risueña con la que Rajoy nos ha obsequiado estas Navidades cuando trotaba por los montes de su Galicia natal. Y no es para menos.

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