Se cumplen diez años del fin de la actividad terrorista de ETA. Su origen se remonta a 1958, como una escisión de la rama juvenil del PNV. Su primer asesinato lo cometieron en 1968, pero su primera acción violenta la habían llevado a cabo en 1961 (Un año antes había muerto Marcel Camus que había dejado escrito: "se ha hecho de la raza un caso particular de la especie y se ha doblegado al individuo a ese dios sórdido"). Como corresponde a su ideología totalitaria, en la transición y los primeros años de la democracia, ETA apostó por el involucionismo y se convirtió en aliados objetivos de los sectores más recalcitrantes del franquismo: entre 1978 y 1984 cometieron 390 de los 820 asesinatos ejecutados en su más medio siglo de existencia. Aquella estirpe de nacionalistas rebeldes que, creyéndose Gudaris, se entregaron en los años más duros de la dictadura a la lucha armada, no tardaría en convertirse en una banda de sociópatas, asesinos en serie, que parecían salidos de un guion de Tarantino. Su abandono de la violencia no fue el reconocimiento de su fracaso, sino la consecuencia de una derrota infringida por las instituciones democráticas y de una parte de la sociedad vasca que, exhausta de tanta violencia, les plantó cara: los que tuvieron el valor cívico de levantarse ante los asesinos y su entorno, esos miles de conciudadanos que aplaudían comprendían y justificaban los crímenes etarras, incluso los más deleznables. Esa mayoría silenciosa que, como narra con rigor y precisión Fernando Aramburu en Patria, convirtieron a las víctimas en culpables y a sus sádicos verdugos en héroes. Extinguido el terrorismo, su siniestra sombra tardará en desaparecer, la tímida disculpa de Otegui, tan insuficiente ante la inutilidad del inmenso dolor causado, es buena prueba de ello. Tanto sufrimiento para nada, una verdad difícil de aceptar para quienes aún siguen homenajeando a los condenados por la "heroicidad" de sus crímenes.

Me permitirán que termine con otra larga cita de Camus, que vale igual para todas las memorias y todos los crímenes que formando parte de nuestro pasado, reciente o lejano, condicionan el presente: "Si nuestra historia es nuestro infierno, no podemos apartar la vista de ella. Este horror no puede ser eludido, sino asumido para superarlo, por los mismos que lo han vivido lúcidamente, no por los que habiéndolo provocado, se creen en el derecho a juzgarlo…..la desdicha es hoy la patria común".

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