Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Rusófilos
Letra pequeña
SE diga lo que se diga, agosto es un mes estupendo. Aparte del calor, las medusas y las cagaleras por intoxicación de mayonesa el viejo sentido de las vacaciones de verano nunca se pierde. Las mejores películas sobre la niñez transcurren en los días de agosto; así como la política en Málaga, que después de tres décadas y media de democracia sigue conservando un aire infantil, nos da una sorpresa nueva poco antes de que los ilustrísimos hagan las maletas. El Ayuntamiento sube las tasas urbanísticas y lo anuncia cuando va a empezar la operación salida. Ahora que les echen un galgo.
María Gámez ha presentado dos quejas ante el alcalde: la primera, el subidón de tasas. Dice que lo suyo es "afán recaudador", aunque eso no tiene nada de malo ni pasmoso; ¿alguien ha visto una tasa con otro afán? La segunda queja es no haberlo planteado hace un año, en septiembre, cuando puede discutirse y los malagueños vuelven a leer los periódicos sin benéfica modorra. Qué vamos a esperar del alcalde de Málaga después de que Rajoy aceptase hablar ante los representantes del pueblo justamente el primero de agosto: dar el collejón y salir corriendo, un "tú la llevas" parlamentario; la misma conducta de Francisco de la Torre, émulo aventajado del Gran Marianini. Para cuando la oposición, la prensa y los malagueños despertaran de la siesta veraniega, el dinosaurio de las tasas todavía estaría allí, como el del cuento; solo que sería un dinosaurio parte del paisaje y nadie le daría importancia, al lado del Metro y otros lagartos bastante más terroríficos.
Gámez quiere detectar los orígenes del "tasazo". Dispendios como el del carísimo local de la Gerencia de Urbanismo y otras metidas de gamba podrían haber obligado a rectificar -siempre hacia arriba- tasas que llevan ahí desde 1990. ¿Por qué ahora, en tan mal momento? Nunca hay un momento bueno para aumentar la presión recaudatoria; sí, deben hacerse esas cosas cuando todo va rodado, enfriar la economía para evitar que los ciudadanos se entrampen con excesivo alborozo. Pero hoy la opción de aguardar a que escampe no es válida y así tenemos gobiernos de derechas que suben impuestos como tuvimos un presidente que decía que es de izquierdas bajar los impuestos. Lo de tomar una decisión impopular y colgar seguidamente el cartelito de "estamos de vacaciones" es una treta bajuna pero ya tan recurrente y entrañable como el principio de agosto.
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