Una sucesión atropellada

Todos los candidatos a presidir el Partido Popular tienen sus méritos, pero ninguno levanta pasiones

Ha sido coger la puerta Rajoy y desencadenarse toda una carrera atropellada por su sillón, ahora que el puesto de presidente del gobierno se vende bien barato en los mercados del poder. Como le he leído a alguien, no se trata tanto de optar a la presidencia del PP, sino más bien a presidir el gobierno que saldrá de las próximas elecciones con, por qué no, opciones reales de ganarlas, sobre todo si la presión del nacionalismo tuerce el brazo del presidente Sánchez.

Por eso todo el que se presenta, y me centro en los más conocidos, lo hace con el discurso bien aprendido de ser el que mejor puede jugar las bazas del maltrecho centro derecha contra las veleidades centrífugas de esta nueva izquierda más de Zapatero que de Gónzalez. Uno (Margallo) por viejo estandarte de la derecha conservadora guardadora de las esencias y otro (Casado) por representante de la savia nueva de la nueva derecha sin cargas del pasado. Una (Soraya) aupada por las estadísticas que la sitúan como la opción preferida por los votantes junto al descartado Núñez Feijóo, y otra (Cospedal) como aglutinadora de los mayores apoyos orgánicos.

Todos tienen sus méritos pero ninguno levanta pasiones, todos tienen formación acreditada (los ataques a Casado por este motivo apuntan a un componente más político que real) pero ninguno se acerca al perfil de presidente, todos tienen un amplio historial de servicios al Partido pero a su vez todos recelan de los otros. La lucha descarnada por el poder, como tantas veces, desvía la atención sobre el perfil ideológico de los contendientes. No sabemos a ciencia cierta si son conservadores o liberales, si están en contra de las medidas sociales promovidas por la izquierda o mirarán para otro lado como hasta ahora, si apostarán por la firmeza ante los envites del secesionismo o seguirán la senda ya marcada del diálogo y la distensión.

El (o la que ) salga finalmente elegido tendrá la enorme responsabilidad de guiar al partido hasta ahora hegemónico de la derecha española en un tiempo que se presenta cargado de incertidumbre, con el PSOE inesperadamente crecido en su debilidad y Albert Rivera esperando agazapado a tomar impulso para retomar el camino perdido. Un desafío enorme con muchas posibilidades de que salga mal. A lo mejor precisamente por eso el otro gallego ha preferido que no le perturben mucho sus vacaciones en La Coruña.

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