EL Partido Popular ha difundido que el actual portavoz del grupo socialista en el Ayuntamiento de Málaga percibió durante 2007 un sueldo de 142.000 euros de la Sociedad de Planificación y Desarrollo (Sopde), una entidad que depende directamente de la Diputación de Málaga. También denunciaba "el uso partidista y abusivo" del personal eventual contratado por el organismo provincial. Rafael Fuentes se ha limitado a replicar que cuando aceptó la portavocía renunció a la mitad de sus ingresos: " ¿Y quién más ha hecho una cosa así?". La respuesta del PSOE también aludió a los abultados salarios de un puñado de asesores y cargos de confianza en ayuntamientos del PP, con lo que el ciudadano puede extraer como rápida conclusión que ambos partidos se comportan como una auténtica agencia de colocaciones con sus acólitos. Pero al margen de la escaramuza política, el caso Fuentes tiene otra trascendencia más preocupante. No porque sus ingresos parezcan excesivos para su función, que lo son. La polémica de los sueldos la originó el propio PSOE, que consideró que ninguno de sus cargos públicos debería percibir más emolumentos que el presidente del Gobierno o el de la Junta. El problema es que Fuentes cobró en un año 74.000 euros en comisiones por lograr que aumentaran los ingresos de la Sopde. Parte de ese incremento se produjo a través de encomiendas de gestión de la Diputación para financiar programas, que en el caso de Málaga en Flamenco no parecen muy ajustados al objetivo para el cual se creó esta sociedad anónima. Es decir, si se confirma la denuncia del PP, Fuentes ingresó un porcentaje de todo el dinero que aportó la Diputación después de la primera asignación presupuestaria con que cada año se dota a la sociedad. La mayoría del resto de las comisiones procedieron de encargos de otras administraciones públicas, incluida la Consejería de Turismo. El equipo de gobierno de la Diputación puede alegar que este sistema está vigente desde 1991, pero es del todo reprobable.

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