Mitologías Ciudadanas

fABIO rIVAS

El sueño de la gobernabilidad

Anoche soñé que, en medio de una plaza abarrotada de gente ("¿Cómo estaba la plaza…?"), había un hombre delgado, giboso y con coleta. Mientras se dirigía a los reunidos, el hombre iba trasmutando su fisonomía, y el pelo- ahora peinado como un antiguo seminarista, con barba y bigote- se le rizaba y tenía gafas oscuras (de esas que parecen de carey). Hablaba de forma pausada, con un tono como el que usaba Eugenio, cuando contaba chistes. Decía: "¿Saben de aquel que dice… hay que asaltar los cielos de la Moncloa y coger todas las poltronas que se pueda…? ¿Y saben de aquel druida que hizo una pócima con habas (sin "h") y cal, se la tomó y comenzó a farfullar, al ritmo del Novio de la muerte: "El nacionalismo catalán también es violencia doméstica…?" La gente se reía. Recuerdo que -como si se tratara de un chiste- la gente se reía a carcajadas, mientras a mi lado, un hombre me susurraba al oído: "para chistes buenos, los del club de la comedia del parlamento catalán. El Torra los borda…". "No lo conozco. Debe ser nuevo. Cuénteme uno…" -le dije-. "No puedor, fistro, el seny catalán, jarl, la sensatez, la cordura, el sentido común… te das cuen…". Y entonces el Torra se levanta del escaño y en el culo -Ahí está la gracia. Me recalca el hombre- lleva pegada una cartulina que pone 3 (o 5) %". "Sí, ese cuenta muy buenos chistes -interviene un joven con barba acicalada y afán de protagonismo (la voz, como si un asesor de imagen se la hubiera recién pulido), al que nadie parece hacerle caso-, pero para chistes buenos, los míos: "Los más interesados en lograr la paz en Cataluña son precisamente los nacionalistas más exaltados, los furibundos y los desnortados. Los más descerebrados y adoctrinados son los que más interés tienen en que pueda resolverse, lo antes posible, la formación de gobierno que preconiza Sánchez, ese gran estratega al que tanto quiero". "¡Bien, ánimo, no has bizqueado como el Rajoy, pero la próxima vez no improvises, lee el texto que te hemos preparado, como cuando lo del máster! -lo anima su coach-. "¿Es bueno o no este chiste?" -me pregunta el joven barbado, sin atender al comentario de su asesor-. "No lo sé -le respondo-. No entiendo de política. Yo he venido aquí a vender mi libro" ("¿Y de mi libro cuándo hablamos?" -aprovecho para preguntarle a una aristócrata parlanchina que pasaba por allí-). Me refiero a mi última novela, Mester de Monos (La involución) -le aclaro, por si albergara alguna clase de duda-. "Cuando le toque -me dice, y yo sé que ese momento no va a llegar nunca-, pero antes atendamos a esta pareja de cómicos…". Y de pronto, en medio de la plaza, aparece una pareja -uno alto y delgado, otro bajo y no tan delgado, ambos con levita y chistera- que salmodian: "¿Y si convocamos otras nuevas elecciones y, ahora sí…, y la próxima semana... hablamos del Gobierno", y todo el mundo se troncha de risa, mientras una chica -guapa, con un vestido naranja-, se va diluyendo poco a poco, a la vista de todos, hasta desaparecer, y el joven barbado -casado, pero que no tiene pudor en montarse un trío, a la vista de todos- brama un discurso amnésico y regeneracionista, que ni él mismo parece entender ni creer.

Me despierto cubierto de sudor, aterrado. "Todos somos inocentes de nuestros sueños" -me digo a mí mismo, como si con ello me exculpara de no sé qué cosa-. Frente a la cama, en la pared, tengo pegado uno de los grabados de la serie los Caprichos de Goya, "El sueño de la razón produce monstruos". Lo puse ahí, como consuelo para mis pesadillas.

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