Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Ante todo, la superficie

Quién quiere profundidad habiendo superficialidad sobre la que ser protagonista o aunque sea vocero en Twitter

Cada día se habla más de los políticos, y menos de política. Se es interesante por llevar tatuajes o una barba esculpida, y no tanto por provocar un interés en otros por capacidad, bonhomía, laboriosidad, cultura o mera simpatía. Ante la epidemia formalista, cada día debemos estar más alerta a la corrección política y al lenguaje inclusivo, que, si bien tiene una vocación pedagógica por la igualdad del todo loable, va en contra de la eficiencia o la economía del lenguaje, por no decir que contra la propia libertad de expresión. Sin ir más lejos, apenas unas líneas arriba, escribí "bonhomía", y tengo ahí el resquemor mosqueante de si tan bella palabra no será sospechosa de machista. Hablamos de micromachismos y transversaldiad, pero se discute a la mitad de las mujeres -¡a Inés Arrimadas, corajuda en sus ideas ante un Parlament repleto de machos indepes y hostiles!- su derecho a ser feministas pata negra, en vez de centrar del todo los esfuerzos en lo urgente y criminal: las palizas cotidianas, la violación y los guarros de guardia, las muertes continuas de mujeres a manos de los hombres.

Son la desigualdad de hecho y la violencia de demasiados hombres contra las mujeres el verdadero caballo del feminismo… pero no paramos de escuchar mandamientos y axiomas puramente formales contra delitos y faltas machistas, y no pocas pamplinas cosméticas, epidérmicas y a veces frentista sobre asunto tan crucial para la deriva de la decencia y la dignidad de las sociedades. Accesoriamente, toca mucho el perineo la cantidad de pioneras/os que le han salido al movimiento por la igualdad de derechos. De pronto, ha corrido por la causa delante de los grises hasta Martínez el Facha, ya hoy aggiornado con sus Camper y sus gafas de pasta (como servidor).

Apostados en su esquina, tenemos a los vigilantes de la carcunda en red social, que no dudan en divulgar las estupideces del feminismo cafre -contrarias a su propia vocación inclusiva- para confundir la parte con el todo y tuitearlo como quien lanza granadas a la trinchera enemiga. La superficialidad resulta alarmante, y ya hace años que a los neurólogos les resulta más que probable que las sinapsis neuronales de las generaciones adictas a internet estén mutando, y que lo que no sea estar en red, con varios frentes abiertos, de manera inmediata y cambiante provoca dilatación de pupilas, sudoraciones, inestabilidad. Bicheen a Nicholas Carr, 2010: a casi todos pone de los nervios la perspectiva de zamparse un artículo que tenga más de tres párrafos. Ya está quedando éste muy largo.

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