La sangre es más caliente en el sur, el hemisferio de la alegría. El mapa nos arrastra hacia abajo y los rayos de Sol nos empujan contra la tierra. Quizá por eso nos gusta vivir entre tumultos, acalorados y tenemos ese sentimiento de pertenencia, pues sentimos las raíces agarradas a nuestras piernas y los pies llenos de arena. Somos un remolino de actores llenos de energía. Y hace unas horas se abrieron las cortinas oficiales del buen tiempo y las ganas de comernos las 24 horas. Ha empezado la primavera, esa primavera que en estas latitudes viene siamesa con el verano. Pronto tendremos un calor y un color que no sabremos distinguir a ciencia cierta. Porque aquí en Málaga solo hay dos estaciones: la humedad (el hermano malvado del frío) y las ganas de vivir.

Como la mayoría de mujeres, la primavera ha parido de madrugada. Así que solo por eso la primavera tiene que ser femenina. Qué suerte ser Aries, Tauro o Géminis y poder decir: "Mi madre es la primavera". Con ella los termómetros nos recalibran los biorritmos. Las sonrisas se nos caen a borbotones. Los días , y por tanto las vidas, son más largos. Los cerezos y los símbolos de infinito ya están en flor.

A las 2 fueron las 3. Los andalufóbicos se habrán reído con sus bromas rancias de que hoy nos habrá costado despertarnos, cuando la verdad es que solo sentimos rabia por no haber tenido otra hora en la que seguir riéndonos, cantando o bailando. Porque si la mujer es la madre de la primavera, su padre es el arte. Así que no me cabe duda de que a los amargados mesetarios y los siesos del Norte lo que realmente les pasa es que se mueren de envidia por no haber nacido por aquí abajo. Su suerte, no obstante, es que por aquí nos gusta dormir con la puerta y las ventanas abiertas, para que entren el fresquito y la gente que quiera empaparse de nuestra manera de vivir.

El calendario se pinta de rojo y abre oficialmente la feria de la industria del sol, que durante meses resbalará por tirabuzones brillantes y alborotados flequillos. Ahora que le hemos quitado la sed a los embalses, las calimas se irán a pintar de Marte otras tierras. Y será el mercurio de los termómetros altos el planeta regente de la estación, con permiso de las lunas de mayo, que en el sur disfrutamos por igual del Sistema Solar y el Sistema Lunar.

Porque Málaga mete a la primavera en su armario y la viste a su manera. Con faldas y a lo cuerdo. Con abalorios de sal. Con caña, tapa y alergias. Nuestra primavera se tira en tobogán desde la Alcazaba hasta la playa, y atropella sin miramientos las penurias de estudiantes con el futuro entre signos de interrogación. De autónomos que le rezan al Cristo de los Milagros mientras la Málaga devota se entrega a su Semana Santa. De empresarios del pitufo mixto que se sienten empresaurios viendo cómo otra franquicia les ha quitado la sombra en el local de al lado. Pero, pese a todo, aquí la primavera nos pone de buena leche y de buenos humos, los que nos seducen desde el chiringuito con aroma de espeto y chupitos de vida.

Y mientras nuestros políticos chupan de la teta, a nosotros nos amamanta el sol. Las sonrisas se visten de pantalón corto. El estrés queda sepultado bajo las placas solares que empiezan a nutrir nuestra energía. Es la estación de las flores, y nuestros mayores las ponen en la tumba de otro invierno que se fue. Flores de biznaga, que por cosas de las tildes no rima con Málaga, pero sí con moraga. Aquí, en el equinocio del ocio y el solsticio de los buenos vicios.

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