Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

La sustancia

España merece un Gobierno que no dé por cerrado este episodio. Lo contrario es un grillete puesto al país

Trece años son, según Mariano Rajoy, "muchísimo tiempo". Con esta expresión vino a referirse al dictamen del Consejo de Estado que responsabiliza al Ministerio de Defensa del Yak-42. Pero ya sabemos, y no hacía falta que viniera Einstein a contárnoslo, que el tiempo es relativo. Seguramente, las familias que se enfrentaron no sólo a la pérdida de las víctimas, sino a la tragedia derivada de la negligencia en la identificación de cadáveres, pensarán que trece años pueden pesar tanto como trece siglos o pasar en un suspiro. Pero esto se llama demagogia, o populismo, y no hay cosa más fea en la faz de la tierra. Más fea que el cinismo con el que Rajoy salió después prometiendo felicidad a todos los españoles, que sí que sí, en la reválida. Aunque este arte se le da bien al presidente: además de advertir el "muchísimo tiempo" transcurrido, Rajoy quitó hierro a la resolución del Consejo de Estado afirmando el otro día que el asunto ya estaba "sustanciado judicialmente". Por supuesto: a Ruiz-Gallardón le faltó tiempo para indultar a los dos militares que cumplían condena en prisión nada más llegar al Ministerio de Justicia en 2010 y a permitir así su reincorporación al Ejército, donde ahora son comandantes mientras Federico Trillo ejerce de embajador en el Reino Unido. Maquiavelo habría aplaudido puesto en pie.

Porque de eso se trata: de salvar el poder político de cualquier injerencia sentimental. Una familia que insiste en llorar rota de dolor trece años después no puede representar nunca un argumento a tener en cuenta. El Estado precisa otros criterios. La sustancia es otra. El país debe avanzar. Y así es como se avanza, con la tranquilidad garantizada a quien pudo tener algo que ver y un desprecio hacia las víctimas sin mucho parangón en la historia de España. Se avanza cuando una serie de decisiones que a ojos del mínimo sentido común habrían resultado suficientes para desaparecer por siempre de la política terminan archivadas sin que nadie tenga siquiera los redaños de pedir perdón. Pero del mismo modo en que todos los españoles de bien nos identificamos con cada víctima de ETA, hoy hay que decir que en aquel avión volábamos todos. Que los cuerpos destrozados y recompuestos al tuntún son los nuestros. Que la sensación de impunidad constituye un obstáculo grave al más elemental sentido democrático. Y que trece años, señor presidente, no son nada.

España merece un Gobierno que no dé por cerrado este episodio hasta que se haga justicia. Pocas veces la verdad ha sido tan necesaria. Lo contrario es un grillete puesto al país. Qué nos habíamos creído.

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