El poso de la prosa

Cristóbal / villalobos

El talegazo

UNA modernita se sube al escenario de un hotel de lujo en Cascais, que es como un Torremolinos romántico y decimonónico, y suelta un irreverente discurso que indigesta la comilona al resto de socialistos europeos. La diatriba, por simple, directa y llena de sentido común, traspasa las fronteras de las televisiones y penetra en los hogares de un pueblo harto y necesitado de líderes. Como la espuma, el vídeo, que dice Jabois que es el primer discurso improvisado de un político español desde Tierno, corre de Facebook a Twitter y de allí, a los televisores, mientras los españolitos creen ver una esperanza en la susodicha, lo mismo que en aquella que abronca a los políticos en las Cortes por el tema hipotecario y que, dicen, nunca se hipotecó, sino que fue okupa.

En un país que sufre una crisis de liderazgo, como dirían ciertos expertos y gurús de la cosa, uno se agarra a un clavo ardiendo, o a una que pasaba por allí y dice una cosa coherente, aunque no tengamos ni idea de quién es la que lo dice. Ni por qué. A Passos Coelho, enorme y poético nombre para un primer ministro, necesariamente portugués, le interrumpen el discurso económico a los sones de Grándola vila Morena, de José Afonso, como si se iniciara en el Parlamento una nueva Revolución de los Claveles. "De todas las maneras que se puede interrumpir una sesión, ésta es sin duda la de mejor gusto", afirmó el primer ministro, con una media sonrisa, entre la picardía y la nostalgia lisboeta, de un "premier" con cara de no entender a Pessoa, pero sí los informes del FMI.

En la Puerta del Sol imitan el canto portugués, con un coro desafinado que no se sabe la letra, pero que se ve así mismo revolucionario. Mientras, la heroína de Cascais, como una Agustina de Aragón de calle Ferraz, se acerca a la masa que vocifera contra las hipotecas, esperando su ascensión al Olimpo de la izquierda tras su gira por las televisiones patrias. Pero en la época de la cosmogonía televisiva el tiempo pasa muy rápido y cuando llegó la Talegón a la manifa, con el acompañamiento revolucionario de un exministro que dibuja caricaturas, ya se sabía lo de su sueldazo a dedo, merecido por su "perfil técnico", en sus propias excusas, y no por su veta política. Así que la peña, democrática y violenta, no dudó en abuchearla e increparla. Se puso a llorar, ante el alboroto. Acto seguido se fue a un programa de Tele 5. El talegazo fue morrocotudo. Una esperanza socialista menos, una más del aparato.

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