EL jefe del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, y el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, han coincidido en la ONU al propugnar el establecimiento de una tasa sobre las transacciones financieras que permita sufragar la ayuda al desarrollo y cumplir los Objetivos del Milenio, centrados en la reducción de la pobreza en el mundo. Se trataría de equilibrar las enormes ayudas que los estados han suministrado a los bancos para rescatarlos de la quiebra o garantizar la solidez del sistema, gravando sus operaciones con la llamada tasa Tobin, sobre la que se discute hace muchos años. Bancos y cajas de ahorros han reaccionado rápidamente subrayando que la tasa no resolvería los problemas de la economía mundial y que, en realidad, vendría a dificultar y encarecer los créditos que las familias y las empresas necesitan para salir de la crisis, dando por supuesta su voluntad de hacer recaer el nuevo impuesto sobre sus clientes. En todo caso, la tasa de Zapatero-Sarkozy ya había sido discutida en la reunión de ministros europeos de Economía el pasado 8 de septiembre, sin que se alcanzase ningún acuerdo, aparte de haber sido rechazada previamente en la última cumbre del G-20. La propia ministra española, Elena Salgado, mostró en aquella cumbre de la UE su temor a que un gravamen de estas características impuesto sólo por algunos países condujera a la deslocalización de las transacciones financieras en favor de las naciones que se quedaran al margen y a que su coste fuese trasladado directamente a los consumidores. La iniciativa de Zapatero, que tal vez esconde una operación de imagen destinada a contrarrestar las medidas de ajuste duro y los recortes aprobados por el Gobierno en perjuicio de los sectores populares, solamente podría tener viabilidad si concitase el apoyo de los países más desarrollados sin excepción. Es un asunto que requiere más debate y el estudio de otras posibles alternativas a un problema que, no obstante, sigue pendiente: la forma en que las naciones ricas contribuyan más decididamente a solucionar la pobreza de las más pobres, que todavía afecta a la mayor parte de la Humanidad.

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