Un tiempo difícil

El último año de una legislatura es la prueba de resistencia de los gobiernos de coalición

Elúltimo año de una legislatura es la prueba de resistencia de los gobiernos de coalición. La proximidad electoral agudiza las tensiones interiores del gabinete y afloran diferencias que estuvieron larvadas. Todos persiguen reforzar el perfil propio de cada partido coaligado y marcar diferencias con el socio, que ya se ve más como un competidor que como un aliado. El conocido como síndrome del abrazo del oso afecta principalmente al partido minoritario, que teme que sus méritos se diluyan en la valoración global del gobierno que pretende apuntarse en exclusiva el mayoritario. Este hecho, que se repite en casi todos los gobiernos de coalición, en España reúne condicionantes que pueden agravar la situación.

La convocatoria intermedia de unas elecciones municipales y autonómicas introducen una nueva variable que complica aún más la ecuación. Los poderes locales y fundamentalmente regionales también buscan su propio perfil político que le den marchamo diferente, y en muchas ocasiones intentarán marcar distancia con el gobierno central para poder acomodar su discurso a las características de su territorio. La otra singularidad es que el propio gobierno de coalición ya tiene en su seno indisimuladas tensiones entre la parte minoritaria de la coalición. La salida/huida de Pablo Iglesias y su decisión de dejar como testamento una inexplicable bicefalia ha sumergido a Unidas Podemos en un conglomerado de difícil digestión. La ausencia del líder le restó relieve y presencia pública en las acciones de gobierno y ha forzado a las titulares de las carteras correspondientes a esta formación a una sobreactuación para hacerse notar, no siempre de forma afortunada. Pero la dificultad esencial de este sector del Ejecutivo radica en lo incierto de su futuro y en la soterrada lucha por el liderazgo y la influencia en la nueva coalición electoral y que ahora mismo es una incógnita. Esta incertidumbre aporta una variable de difíciles consecuencias, pues se tiene la sensación que casi nunca sus intereses son coincidentes. A esta confusión habría que añadir el papel de Izquierda Unida, aunque parezca que esta fuerza política ya ha renunciado a tener una entidad propia.

Pues, a pesar de todo eso, existe un reto compartido que no es otro que demostrar a la sociedad española que la fórmula de coalición es posible e, incluso, la única salida que tiene la izquierda para seguir gobernando en este país a medio plazo. Nos espera un tiempo difícil propio de equilibristas.

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