Carlos Colón

Otros tinglados de cartón piedra

TOTALMENTE de acuerdo con lo que el señor arzobispo ha dicho a los capillitas, cofrades, capiroteros y devotos (que no son exactamente lo mismo, como una hermandad no es lo mismo que una cofradía y una bulla): "De poco servirían, queridos cofrades, vuestros cultos esplendorosos y la belleza de vuestras procesiones, si en vuestra vida asociativa la primera preocupación no es vuestra santificación, el amor a Jesucristo y a su santa Iglesia, la comunión fraterna, la unidad en el seno de la hermandad y la comunión con los pobres. Estaríamos ante un enorme tinglado de cartón piedra, detrás del cual sólo existe el vacío".

No le falta razón. Alguna vez, sobre todo en estos últimos años en los que la Semana Santa parece tensarse entre la más integrista beatería y la más agresiva vulgaridad, entre el forzado ascetismo farisaico y el espectáculo hueco, entre los gori gori de ciertas cursis capillas canoras y las marchas que parecen anunciar el Circo Americano, entre quienes confunden la seriedad con la tristeza y la alegría con la ordinariez… Alguna vez, decía, he pensado y sentido que la Semana Santa podría ir camino de una religión sin Dios y sin emoción, lo que la convertiría en algo peor que un hermoso tinglado de cartón piedra: un feo e insincero espectáculo para frikis mariquitucios o beatos traspuestos. Hace ya muchos años escribí lo de kofrades. Ahora podría añadirles a los kapillitas y los kuras como dos extensiones de aquel mal, una con corbata y otra con alzacuello.

El problema es que al leer lo del "enorme tinglado de cartón piedra, detrás del cual sólo existe el vacío" lo que se me vino primero a la cabeza no fueron los modos más farisaicos o vulgares y beatos o superficiales de algunas hermandades y cofradías, sino la Catedral y el Salvador. ¡Eso sí que es cartón piedra con máquina registradora incluida! Y después recordé alguna parroquia que abre una hora al día pese a que la hermandad que reside en ella se ha ofrecido a costear los gastos que origine su apertura en horario de mañana y tarde. Y algún que otro predicador de mucho cangrejeo y vaso largo.

La necesidad de que la primera preocupación sea la santificación, el amor a Jesucristo y a su santa Iglesia, la comunión fraterna, la unidad en el seno de la Iglesia y la comunión con los pobres afecta por igual a capillitas y a curas, a las hermandades y a la Iglesia. Porque si malos son los kofrades, no son mejores los kuras.

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