Escribir una columna sobre la ortografía es lo más parecido a pegarse un tiro en el pie: sometido a las prisas y una vez perdidos los mecanismos de revisión de antaño, el periodismo es un caldo de cultivo propicio a las erratas más dolorosas, aunque siempre podemos consolarnos con la idea de que de tales se trata. Así que me solidarizo con la mano distraída, ofuscada, metida en mil líos o directamente hasta los huevos que compuso la inscripción La envidia rehuye las tinieblas que ha toda criatura se presentan (...) en la placa instalada con una cita de María Zambrano en el parque bautizado con el nombre de la filósofa en Vélez-Málaga. He aquí que la preposición, trémula, limítrofe, insumisa, mutó cual Proteo en su rebaño de focas hasta el apocopado verbo auxiliar cuando no debía, maldita sea. Imagino que al técnico responsable le habrá caído la del pulpo, pero yo, escriba penitente, acudo en su auxilio recordando que a Miguel de Cervantes le fue devuelta la primera parte de Don Quijote de manos del impresor ante el inaceptable volumen de erratas registradas; y que el novelista, que aprovechó la coyuntura para darle un pacá y un pallá a su criatura, entregó el segundo manuscrito con más erratas que el primero, lo que ya es competencia exclusiva de genios y divinidades. El que esté libre de erratas, listillos de tres al cuarto, que tire la primera piedra. Yo mismo habré incurrido en un par de ellas en lo que llevo de artículo. Lo que me cuesta más, sin embargo, es absolver al Ayuntamiento de Vélez-Málaga por pretender rendir honores a María Zambrano con una cita sobre la envidia, comprensiva tal vez con el pecado capital que comporta ya en su ejecución la propia penitencia, pudiendo haber acudido a otras inscripciones más representativas. Yo habría optado por ésta, de Persona y democracia: "Si se hubiera de definir la democracia, podría hacerse diciendo que es la sociedad en la cual no sólo es permitido, sino exigido, el ser persona". Y tan anchos.
O aquella llamada a "dormirse arriba en la luz" de Claros del bosque, o alguna versión de Séneca que Zambrano llegó a asumir como propia ("Necesario es vivir persuadidos de que no hemos nacido para quedar fijos en un punto determinado: mi patria es el mundo"), o hasta aquella advertencia testamentaria de Los sueños y el tiempo: "La vida es algo que se sigue y en cada despertar nos despertamos a este seguirse y al seguirse de nuestro vivir dentro de ella". Y tal vez de haber optado, por ejemplo, por esta última, el grabador habría cometido el mismo desliz con un ha este seguirse que no se lo habría saltado un galgo. Cuando el inconsciente de Gabriel García Márquez pidió que acabáramos con la noble letra hache, estaba cerrando la puerta a que disfrutáramos hoy con estos gazapos. Sea la palabra, por el contrario, materia viva también en su observancia policial y sancionadora: que nos bailen las letras, al menos, mientras lo demás se queda quieto.
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