La ciudad y los días

Carlos Colón

Lo que tomamos de Europa

CUANDO a principios de los 80 se discutía el marco legal del aborto se decía que su proliferación era consecuencia de la represión sexual clerical-franquista, que había sometido la sexualidad a la procreación, negado la educación sexual y dificultado el acceso a los anticonceptivos. Con la democracia, y la educación sexual que traería de la mano, el aborto sería un mal menor que con el tiempo se vería reducido a poco más que los tres casos excepcionales que la ley del 85 despenalizó. Porque la mentalidad ilustrada ha creído siempre que la educación hace innecesaria o atenúa la represión; y que por ello la educación sexual y el libre acceso a los anticonceptivos reducirían drásticamente el número de embarazos no deseados.

Pero resulta que no entrábamos en tiempos modernos e ilustrados, sino posmodernos e hiperconsumistas; que la izquierda traicionaría los ideales educativos que había defendido históricamente (mucha invocación a la II República, pero ninguna a la Institución Libre de Enseñanza); y que, como resultado de estos y otros factores, se ignoró la educación sexual y se siguió prescindiendo de los anticonceptivos, por lo que el número de embarazos no deseados y de abortos creció tan alarmantemente que todos -derecha e izquierda- hicieron la vista gorda, permitiendo que el supuesto de la salud sicológica se convirtiera en el conocido coladero.

Ya no hay represión franquista, hace años que existe educación sexual y los preservativos se pueden comprar en los supermercados. Pero el número de abortos se ha duplicado en los últimos quince años. ¿Solución? El aborto libre desde los 16 años, sin conocimiento ni consentimiento paterno, considerado como un derecho. Y un derecho es siempre algo positivo, según el habla común y la Real Academia: la facultad del ser humano para hacer legítimamente lo que conduce a los fines de su vida, la facultad de hacer o exigir todo aquello que la ley o la autoridad establece en nuestro favor, la consecuencia natural del estado de una persona, la justicia, la razón…

Así de bueno, nada menos que un derecho, será el aborto cuando se apruebe la ley que, como no se cansan de repetir, nos iguala con Europa. Lástima que nos igualemos con Europa en el aborto libre y no, también, en las ediciones francesas de La Pléiade, el sistema educativo finlandés (el primero según el informe PISA, que nos sitúa en el puesto 26), el sistema sanitario holandés (el mejor según el Índice de Consumidores de Sanidad Europea, que señala que el español "se deteriora año tras año") o el gasto público en educación (el nuestro es el más bajo de la UE).

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