La torre menguante

Calderón se presentó hace un año como mediador para el Málaga, por encargo de un catarí que promueve hoteles

D E 135 metros de altura a 116. De 35 plantas a 27. Pero, eso sí, las 352 habitaciones previstas aumentan a 378 con el nuevo proyecto. Un rascacielos venido a menos. Una torre menguante para que los autobuses que recojan a los cruceristas dispongan de espacio para aparcar. Por momentos se olvida que los muelles existen para que atraquen y zarpen barcos con pasajeros y mercancías. No para servir de atrezzo para las vistas panorámicas perimetrales de un hotel. El que se quiere levantar a toda costa en el puerto.

Se orilla el impacto paisajístico, la ruptura del horizonte para que asome un icono, ahora algo retorcido, que ni siquiera se ha medido en un concurso para buscar el mejor diseño. En 2007, Salvador Moreno Peralta, advertía en El País que los arquitectos podían sentir la tentación de perpetuarse con un proyecto que tenga algo de "acto fundacional" de una ciudad. Se refería, entonces, a la competición por construir "la torre más alta", aunque la obra final carezca de vínculos con el territorio. "El Lugar soy Yo", concluía.

Pero la autoridad portuaria cuadrará sus cuentas con el canon. Los defensores de la mole exaltan que Málaga traspasa la frontera de la modernidad con su Coloso de Rodas. El alcalde empatiza. Ya usará el artefacto como moneda de cambio. El PSOE, calla. Y los impulsores del hotel visualizan el negocio.

La cara visible de los inversores es Ramón Calderón. Un abogado de artistas y toreros, por tradición. El foco mediático se posa ahora sobre él por su papel en la herencia del diestro Paquirri. Como presidente del Real Madrid sufrió una salida abrupta, con denuncias periodísticas de todo tipo que atribuyó siempre a un montaje. Con la supuesta mano negra de Florentino Pérez, su enemigo íntimo, detrás de los hilos. Aunque admite que se le colaron un puñado de intrusos en una asamblea, que votaron a su favor.

En una entrevista en la Ser, hace un año, Calderón se presentaba como mediador para buscar una solución para el Málaga C.F. Había recibido el encargo de un cliente catarí, otro Al Thani -"son tres mil o cuatro mil"- que quería desarrollar el hotel del puerto y otros en Marbella. Argumentos para una historia muy conocida por estos lares. El letrado es consejero de la constructora alicantina Ecisa que, a su vez, es propiedad del holding Al Alfia. Esta sociedad catarí es la que respalda el proyecto de la torre del puerto, pero no figuraba, al menos aparentemente, entre los socios de la empresa Andalusian Hospitality II, a la que se le adjudicó la torre, entonces rascacielos, en 2016. Para completar el panorama, Al Alfia ha ultimado un acuerdo para venderle el 51% de Ecisa a la cotizada Urbas. La cúpula de este grupo financiero se encuentra a la espera de juicio en la Audiencia Nacional por una presunta estafa en la ampliación de capital de 384 millones que ejecutó la compañía en 2015.

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