A los edificios altos le pasa lo mismo que a las personas: cuando sus cabezas asoman por encima de las de los demás en el autobús, todo el mundo los ve y se arriesgan a que alguien nos llame feos. Si te adelantas de la fila para que te vean, el espectáculo tiene que merecer la pena. Porque quedas retratado y cada uno tiene su punto de vista sobre la belleza. Y en esto, el marketing es una ciencia. Para vender tu propuesta, tienes que presentarla en solitario. Evitando entrar en comparaciones odiosas. Como si fuera la Sirenita de Copenhague recostada en el cantil del puerto o acercándote a ella por el paseo de la Farola, como si llegaras al faro de Alejandría desde tierra adentro buscando un tótem que adorar. Pero si lo que te preocupa es disfrutar de una relajante cerveza en un malecón decadente, te sitúas en los Baños del Carmen y contemplas como 135 metros de hormigón parten en dos el atardecer, irguiéndose por encima de la cornisa de la sierra en una erección inoportuna.

El problema de cualquier torre en Málaga es ponerla en medio de la bahía. Las grúas del puerto han cambiado el fondo de muchas de las vistas de la ciudad. Manuel Agustín Heredia ha desaparecido del cruce con la Alameda de Colón bajo el peso de los herederos de aquellos ingenios mecánicos que le sirvieron para construir su fortuna. Pero desde levante, sus estructuras esqueléticas se confunden con el paisaje industrial del puerto sin ocultar la cornisa de la sierra de Mijas. En el otro extremo, es la torre de la cementera la que se esconde detrás del Candado y su visión desde el habitáculo del automóvil, a 80 kilómetros a la hora, es lo suficientemente fugaz como para que no se graben en la retina sus 114 metros de altura.

Kenneth Frampton es el autor de una de las obras esenciales para entender el la historia reciente de la arquitectura, Historia crítica de la arquitectura moderna. Con motivo de su reciente nombramiento como doctor honoris causa por la Universidad Politécnica de Madrid, hace unos días denunciaba la falta de relevancia cultural de los rascacielos que se construyen en Nueva York. Aunque podía haberse referido a cualquier otra ciudad del mundo. Destacaba que su falta de simbolismo o significado los convierte en meros representantes del mercado. Justificar su diseño en su resistencia al viento es insultantemente simple. Si no lo resisten, los tótem del mercado terminan cayéndose.

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