Es de sobra conocido lo que Guardiola dijo de su adversario Mouriño en una rueda de prensa previa a un clásico: "aquí él es el puto amo", reconociendo que no podía competir con el estilo bronco y camorrista con el que el madridista calentaba los derbis. Creo que Sánchez debería también rendirse a la evidencia de que, en el combate embarrado que plantean sus adversarios, lleva las de perder. El filibusterismo de Casado bloqueando la renovación del CGPJ ha inducido al gobierno a tomar la iniciativa -inaceptable según un editorial de El País- de tramitar, como proposición de ley, una reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial para rebajar la mayoría cualificada exigida para la elección parlamentaria del gobierno de los jueces. Con ello el Ejecutivo pretende, erróneamente, dar respuesta a la grave situación de bloqueo forzada por los populares. Otra pelea en el fango, ahora con la Justicia por medio, a la que el Gobierno responde una vez más embistiendo a todos los trapos. Cómo no se dan cuenta de que, con ese tipo de medidas, el Gobierno se sitúa donde más interesa al PP: tomando las decisiones que mejor encajan en el relato de la derecha, haciéndolo más verosímil aquí y, lo que es peor para Sánchez y para nuestros intereses, también en la UE.

Con lo de Madrid pasó algo parecido. Decían las crónicas que se trataba de un duelo entre asesores, pues bien, de ser así hay que reconocer que la pelea la ganó con claridad MAR: forzando al Gobierno a tomar de forma unilateral la inevitable decisión del confinamiento perimetral de la capital, situó al Ejecutivo de Sánchez donde más le convenía a la presidenta madrileña para recurrir al recurso del victimismo; tan rentable para el independentismo. Siguiendo al pie de la letra el tutorial de Torras, con su dosis supremacista al distinguir entre los madrileños y los españoles de otras regiones "que sólo quieren vivir de las subvenciones". La señora Ayuso no tiene vergüenza, pero ¡qué más da! Llegados a este extremo de polarización, la política deja de ser confrontación ideológica para convertirse en lucha tribal. Los tuyos no te premiarán por hacer lo correcto o por ejercer tu responsabilidad en momentos de emergencia: te valorarán según lo que hayas hecho para destruir a tu enemigo. El independentismo nos ha enseñado los enormes beneficios políticos de señalar y definir el enemigo de la tribu: los no independentistas, los enemigos de las guerras culturales, los otros, en definitiva.

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