Tiempo Un frente podría traer lluvias a Málaga en los próximos días

UN amigo me comentaba no hace mucho que el éxito de Podemos es la prueba más evidente de que si un extraterrestre se presentara a las elecciones (pongamos uno de aquellos lagartos feos de V) saldría elegido presidente. Independientemente de que mi amigo tenga o no razón (yo diría que sí), los movimientos del resto de partidos ante el cantado golpe a las urnas de la formación resultan ya jugosamente ilustrativos. Los comunistas andaluces están dispuestos a cargarse IU para aliarse con los pokemon en un Frente Popular (pongámoslo así, en mayúsculas, con ocasión histórica) y los valencianos apenas han tardado tres días en subirse al carro. Cierto, la aplicación materialista del marxismo quemó sus cartuchos hace ya demasiados años y la constante referencia a símbolos pretéritos constituye un diagnóstico al que poco más hay que añadir, pero el quid de la cuestión no es éste sino el modo en que la izquierda que se erige en auténtica, única alternativa al capitalismo atroz y a la corrupción, se dirige como flecha lanzada por Cupido a las tripas de los ciudadanos y no a su razón. No hay que explicar, imagino, los motivos por los que algunos salivarían de placer al meter en la urna una papeleta del Frente Popular. Pero con un 36% de paro en Andalucía, difícilmente se podría lanzar un petardo más gordo.

Se suponía que Podemos es un movimiento asambleario que tiene su origen en el 15-M, episodio en el que IU se adjudicó un papel protagonista. Es decir, si hacemos caso a sus portavoces, todas sus decisiones y programas nacen de una reflexión compartida, libre, cocinada sin prisas y, creámoslo así, sin consignas previas. Lo cierto, sin embargo, es que todo el argumentario hilado desde las elecciones europeas ha ido dirigido a las tripas de una población esquilmada que ya no tiene demasiado que perder, con un lenguaje visceral y agresivo (cuántas veces habrá que volver al Julio César de Shakespeare para comprender que el poder es lenguaje, y viceversa) y sin una propuesta seria ni real sobre cómo cambiar las cosas. Que los comunistas hayan salido a proponer un Frente Popular no responde más que a una reacción lógica e instintiva; pero si todas esas reuniones beligerantes armadas en la calle durante meses sólo han servido para esto, es que la nueva izquierda vuelve a fallar en lo esencial: la política.

No era difícil ilusionarse con aquellas llamadas al debate cívico en las plazas para perfilar qué futuro queremos. Pero lo que ha venido luego no es sólo un fracaso de la izquierda, sino de un país que prefiere no pararse a pensar. Mucho golpe y poco verso.

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