La tristeza del capitalismo

La verdadera broma infinita viene de cómo el Estado de Bienestar llevó a la revolución conservadora

En torno al 12 de septiembre los medios de comunicación se han hecho eco del décimo aniversario de la muerte, por suicidio, del escritor norteamericano David Foster Wallace y han recordado cuando su mujer se lo encontró colgado de una viga. Al tiempo ha pasado a plena actualidad su publicación más importante y conocida: La broma infinita, un relato de más de mil páginas y varios cientos de notas, considerada por autoridades literarias una de las 100 mejores novelas en inglés. La obra, que por su complejidad, tal vez derivada de su extensión, ha sido calificada con casi todas las notas literarias convencionales (realista e distópica, tragicómica y poética…) lleva dentro de su narración dos presencias significativas: la de todas las adicciones (La broma infinita intenta abordar el fenómeno de la adicción… en el sentido de devoción, en un sentido casi religioso); y una actualidad obsesiva del tenis: la idea de movimiento constante… la idea de dualidad… que opera entre dos espacios separados, de tal manera que se crea una forma geométrica… algo así.

Pero su mensaje, el recado, que alguien dice por ahí, es el de la tristeza del capitalismo. El propio autor se expresa así, sorprendido de que determinados lectores hablen de un libro muy divertido, cosa que no entendía y me intrigaba.

Tristeza que es inherente al capitalismo, algo que está en la raíz del fenómeno de la adicción. Y que vendría a ser como la esencia y el sentido casi metafísico de aquel texto de Nicanor Parra cuando narra (o inventa) lo que le dijo Milton Friedman a un grupo indígena de la zona Austral de Chile: A comprar, a comprar, que el mundo se va a acabar. Es lo que queda de tarea por la vida.

La verdadera broma infinita viene de cómo la consolidación del Estado de Bienestar llevó a la revolución conservadora y de ahí la liberación de normas acabó consolidando el capitalismo, o sea, comprar y comprar, única forma de mantener el sistema y renovada manera de mantenernos a nosotros mismos sin otra salida. La tristeza, que a fin de cuentas es el reconocimiento de que nada es posible hoy, salvo el mayor enriquecimiento de los más ricos; ni profundizar en la democracia, ni aumentar en la igualdad ni limitar la alienación laboral, ni preservar los bienes comunes, que descubre y describe César Rendueles. Cuando sólo es posible comprar y comprar. Es para lo que nacemos y lo que hace útil nuestra vida.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios