Recuerdo que allá por los años sesenta un buen día, cuando era estudiante de Económicas, me dirigía a la facultad y me encontré con dos grises en la puerta. Uno de ellos me pidió el carnet de identidad. Le pregunté: ¿por qué?, ¿pasa algo? A lo que me respondió de forma más que autoritaria: -Usted, cállese y cumpla la orden. Deme el carnet. Menos mal que lo llevaba y se lo entregué. Me fui con una sensación de impotencia, de humillación y de rabia que jamás he olvidado. Era la dictadura.
Más de medio siglo después he sentido la misma sensación al ver que la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, al ser preguntada por la ausencia del Jefe del Estado en el acto de entrega de despachos a los nuevos jueces, contestó con similar y autoritario desprecio a la ciudadanía: "La decisión está muy bien tomada. Por quién corresponde". Solo le faltó terminar con un "y usted se calla".
Lo peor es sentirse mancillado como ciudadano por ministros socialistas del PSOE, hasta ahora supuestamente demócratas. Pero con gran pesar estoy viendo como se me están cayendo los palos del sombrajo. Tenemos un presidente del Gobierno, secretario general del citado partido, que tras mentir una y otra vez sin pudor alguno, es capaz de decir ante la ONU: "Asistimos al auge de liderazgos basados en la demagogia, en la mentira, en el fomento del odio, la confrontación". Una frase que ha debido ensayar una y otra vez frente al espejo, porque le salió redonda y absolutamente cierta.
Un Gobierno, o mejor, un presidente del Gobierno, que con toda desfachatez nombra fiscal general a una afiliada de su partido, que además ha sido ministra con él, como es la señora Dolores Delgado. ¿Cómo puede garantizar la independencia y la imparcialidad de la Fiscalía? No es ya que siga las directrices del Gobierno, es que además está sujeta a seguir las del partido.
Un Gobierno en el que hay un vicepresidente y varios ministros, ¡qué digo varios ministros, hay hasta un matrimonio de ministros! (Lo nunca visto. Se imaginan: -Irene, vente pa la cama que vamos a hablar de la renta mínima) que declaran abiertamente la guerra a la Jefatura del Estado porque, según dicen, al Rey nadie le ha votado. Demagogia pura. A ellos tampoco. Los ciudadanos votamos partidos no personas. Y los ciudadanos votamos un régimen monárquico con la Constitución y, por lo tanto, el Rey, sea el que fuere y le corresponda, es tan democráticamente legítimo como lo son ellos, sea quien sea el elegido por su partido. Si no quieren monarquía que luchen por cambiar la Constitución, en ella se recoge cómo hacerlo.
Ahora el empeño del Gobierno, esos demócratas recalcitrantes, se centra en querer a toda costa controlar la Judicatura. Hay que tener al Consejo General del Poder Judicial en manos del partido, exactamente igual que la Fiscalía General del Estado. Cuando se renueve, que lo conseguirán, ¿pondrán de presidente del CGPJ al juez Garzón? Así habrá sexo en todos los poderes del Estado, como con Franco que todo era por cojones.
No sé ustedes, apreciados lectores, pero yo me pregunto: ¿Hacia dónde vamos?
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