Una vergüenza

Nos ha tocado una clase política tan irresponsable que parece del Turkmenistán

Nuestra clase política -y en especial el Gobierno de coalición, o de colisión, o de lo que sea- está sentada sobre un barril de pólvora mientras se dedica a jugar con un mechero. Nosotros también estamos sentados sobre ese barril de pólvora, claro está, pero tenemos mucha menos responsabilidad en lo que está pasando, y ya suficientemente hacemos con seguir trabajando -si tenemos la suerte de tener trabajo- y con mantener una cierta cordura en la vida cotidiana. Pero lo de la clase política es algo tan obsceno, tan vergonzoso, tan nauseabundo, que no me extrañaría que dentro de poco las protestas generalizadas se extendieran por todo el país. Y con un nivel de violencia que convertiría lo que ocurre en Cataluña -con el beneplácito de una clase política calamitosa- en un jueguecito de niños en el patio de un colegio.

En Jaén ya hubo una protesta muy seria hace una semana. Hubo otra en Linares contra dos policías que agredieron a unos transeúntes. Y hubo graves altercados en barrios periféricos de Sevilla -y en otras ciudades andaluzas- por simples enfrentamientos entre la policía y algunos jóvenes que se saltaban el toque de queda. Fueron protestas espontáneas o muy poco organizadas, que no respondían a ningún patrón político. Surgían de la rabia, del cansancio y de una irrefrenable sensación de que está pasando algo muy gordo -una quiebra económica sin precedentes- sin que haya nadie que se preocupe de manejar el timón. Y encima, con un país dividido entre una mitad mimada y protegida (los empleados públicos) y otra mitad explotada y abandonada a su suerte (comerciantes, autónomos, empleados del sector privado). Ahora se está hablando de subir la cuota de autónomos en más de un 150% mientras se ha aumentado el sueldo a los empleados públicos. ¿Qué clase de incendiarios toman estas medidas?

España tuvo suerte en los tiempos de la Transición -tan despreciada por los podemitas y los nacionalistas periféricos-, pero ahora nos ha tocado soportar a una clase política tan egoísta e irresponsable que parece propia del Turkmenistán. Y mientras tanto, los órganos de propaganda del régimen -que son prácticamente todas las televisiones- se dedican a ensalzar a sus jefecillos de una forma tan obscena que parece ya puro franquismo informativo (sólo que a la inversa). Qué vergüenza, sí, qué vergüenza.

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