Ni los jueces y los médicos británicos ni Estrasburgo pueden decidir la muerte de un bebé, por considerar su estado irreversible, contra la opinión de sus padres. La patria potestad puede y debe ser suspendida legalmente cuando pone en peligro la vida del menor, caso de los fanáticos que se niegan a las transfusiones de sangre, pero no cuando se trata de lo contrario, es decir, de matarlo dejándolo morir. Lo que aquí se debate no es una cuestión ética sobre la eutanasia activa o pasiva, sino algo aún más grave que estas gravísimas cuestiones: la injerencia de los poderes públicos sanitarios y judiciales en la vida o la muerte de los menores de edad. El caso es tan trágicamente llamativo y el precedente es tan grave que han intervenido tanto el Gobierno italiano, concediendo la nacionalidad al bebé para intentar así trasladarlo a un hospital romano e intentar el tratamiento que los padres demandan, como el Papa, que ha hecho este llamamiento: "Conmovido por las oraciones y la amplia solidaridad en favor del pequeño Alfie Evans, renuevo mi llamamiento para que se escuche el sufrimiento de sus padres y se cumpla su deseo de intentar nuevas posibilidades de tratamiento". Supongo que las malas bestias de guardia dirán que la Iglesia quiere aprovechar esta tragedia para imponer su sádica moral que se complace en el sufrimiento purificador y redentor. Mentira. La Iglesia aprueba la eutanasia pasiva, es decir, la medicación contra el dolor que puede acortar la vida. El encarnizamiento terapéutico nada tiene que ver con la religión sino con la ciencia. La lucha por la muerte digna se libra, no contra la moral judeocristiana, sino contra la soberbia científica y médica. El caso de este bebé nada tiene que ver, hay que insistir en ello, con esta polémica sino con la injerencia abusiva de lo público -instancias judiciales y médicas- sobre lo privado hasta el extremo de decidir la muerte por desconexión del soporte artificial del bebé contra la voluntad de sus padres. El caso se hace aún más dramático porque, pese a ser desconectado en la noche del lunes, el bebé ha seguido respirando más de nueve horas desmintiendo la opinión de los médicos de que solo sobreviviría unos minutos. Ante esta situación los padres han suplicado que le suministren agua y oxígeno. Así están las cosas en el momento que escribo. La compasión -más bien la ideología- puede encubrir actitudes atroces de abuso de poder.

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